De todas mis bajezas, que son varias, existe una, la más oscura de todas. Sí, sigo viendo caricaturas (Vaca y Pollito, Bob esponja, Yu-Gi-Oh, la de un conejito amarillo y más y más); me gusta entrar a las tiendas de Hello Kitty (uy, ahora me han regalado una libreta con Kitty Dark y llena de diamantina); veo pelis de Disney; entre otras cosas... Y claro, en la red he encontrado eco a esta perversión: los móndrigos emoticons, smileys o caritas: tengo una colección. Tengo la teoría de que remplazan, de alguna forma, lo stickers impresos; y están asociados a las miniaturas. Lo pequeño tiene toda una poética (aunque esto no es argumento para justificar mi baja pasión). Per se esta adicción no debería resultar tan estridente si no fuera porque provoca un claroscuro aterrador con otros vicios que tengo: por qué no hacer una animación de la casa Usher con emoticons, un ensayo sobre los smileys y su influencia en el endecasílabo, caray: un tarot con emoticons. Resignación. Debo ser medio esquizo (ja). Resta encontrar una clínica de rehabilitación y buscar la liberación simbólica, como esta (lo admito, me encantaencantaencanta):
lunes, junio 14, 2004
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