sábado, junio 12, 2004

Sábado en solitario, al fin. Y no confundir: no es que quiera estar sola como ostión, ni que no quiera ver a nadie, hablar con nadie, blablabla, sino que puedo dedicar el día a mis obsesiones actuales. Entre armar un blog y una web completa hay una diferencia gargantuesca. Más si los programas los aprendo al Hágalo Usted Mismo.
Hubo un par de descalabros laborales que, pa que negarlo, me hicieron encabronar y como no pude madrearme a nadie, me pusieron dark. Me prende que traten de timarme, en cualquier aspecto: el engaño se nota, siempre, y caemos porque intentamos disfrazarlo, eso se hace con las certezas desagradables. Y ni modo, pasó, pasa y pasará.
Curioso, en los últimos días han ocurrido sucesos pequeñitos, que no por nimios llaman la atención. Como si cada uno de ellos fuera una ventana donde, al otro lado, aguarda algo que debemos ver, observar con detenimiento. No solemos prestar atención a los detalles (que llamamos insignificantes), estamos tan acostumbrados a los grandes acontecimientos (por eso nos invade la grisura a cada rato). En lo que sigo lidiando con la tecnología, rumiaré lo que ha pasado, a ver con qué me topo.

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