Ayer, en la noche, mientras peleaba con ciertos archivos, me trajeron un cuaderno. Como el cigarro y el café, los cuadernos son un vicio. Lo curioso del recién llegado es el lema impreso en una portadilla: Esta libreta fue elaborada a mano e impresa en la Rayadora The Hichoh Harrisburg P.A. USA modelo 1896 la máquina es propiedad y acervo histórico de Talleres Gráficos de México.
Sí, la palabra libreta es más hermosa que la de cuaderno. Pero no es en el sinónimo donde está la maravilla, sino en la palabra Rayadora: una vez al mes hechan a andar esta máquina cuya función es, por supuesto, rayar; puede imprimir líneas de distintos grosores y colores. La libreta nueva tiene un rayado clásico, rojo-azul, con cornizas de triple raya combinada. Pasta dura, forrada de tela azul, guardas con un grabado-retrato de maese Posada y un lomo redondo que es más grato al tacto.
La rayadora tiene otro secreto, además de sus años acumulados: es de inyección. Sí, una máquina de inyección del s. XIX: no utiliza rodillos entintados, deja fluir hilillos de tinta sobre el papel. Quien tenga un modelo nuevo de impresora comprenderá que no hay nada nuevo bajo el sol.
Las libretas nuevas me dan gran placer. Y no por la posibilidad de escribir algo nuevo (que no hay tal) sobre ellas; tan sólo por el objeto mismo.
Uf, hora de ir al banco. Hoy será un día largo.
miércoles, mayo 19, 2004
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