Hay días garabato en los que hasta los sueños tienen un trazo de espiral. En la mañana me hablan de la escuela del hijo para regañarme porque no firmo su cuaderno de tareas, porque hoy no podía ir (llevaba tres retardos) y que fuera por él (ja). --Ya entró, mañana no va, no me jodan-- claro que lo dije con educación. Uf, a duras penas firmo MI cuaderno de tareas (que san plátano te bendiga hijo mío, estarás pagando algún karma si te tocó una mamá comme moi).
No sé por cuál zona-ordenable empezar; ya ayer dediqué un tiempo a la máquina (actualizé el explorer, ja, y descubrí que hay cosas que no veía). No sé qué golem enlodar. No sé qué libro continuar. Ya tengo trabajo nuevo, leve, pero trabajo al fin. Ni siquiera logro decidir si escribir un post sobre poema en prosa con un fragmento de Gaspar de la noche, o mi teoría sobre la influencia de la princesa caballero en mi feminismo de clóset, o convocar a la semana internacional de san banano, o traer a Navarrete de nueva cuenta.
Y en ese De tín marín de do pingüé (¿se escribirá así?) se me van los minutos. Se me van igual que se fueron estas líneas garabato.
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