Llueve. Imposible abrir la ventana, el aire repleto de anémonas no es bueno para la gripe agazapada. Y ahí está, una vela roja antitabaco de fruits rouges. Y contabilizo ¿cuántas frutas rojas hay en el planeta?: manzana, cereza, frambuesa, fresa, uva, pitaya, tuna, sandía... pero ¿tienen que ser totalmente rojas o magentas? ¿sin cáscara verde o sin semillas negras?
Nada de esto importa. Sólo está la vela y su flamita que danza como si logrará escuchar el ritmo afro de la lluvia estrellándose en la lámina de los coches allá afuera. Y yo dejo correr los minutos como si el rojo y la luz y el agua pudieran dictarme las tres cuartillas que aguardan, con un golpeteo de dedos en el Word.
Esta madrugada está tan desangelada como el texto del que debo —sin desearlo— hablar.
Debo, cómo me incomoda esa palabreja...
sábado, mayo 08, 2004
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