En definitiva no soy buena capturista, y no por la velocidad de mis dedos (tecleo de a dedito, pero veloz) sino por ese ir y venir de la mirada: original-monitor-original-monitor. En el vaivén pierdo la referencia por lo que debo poner una regla o cualquier tarjetita a la mano para marcar el renglón en cuestión. Después de una buena dotación de rezos, persignaciones, rituales impíos y maldiciones, al fin logramos escanear texto como dios manda. Tengo listo otro cuento de L. M. Panero que algunos pronto disfrutaran, allá, en el cieloazul. Y de este proviene la siguiente oración:
Pronto descubrí que era aborrecida de mi segunda madre, quien la insultaba y maltrataba tanto como podía, con esa crueldad que empleamos para lo inútil, para lo solo, o para la verdad.
Esta es una oración-pastura que nos sirve para rumiar recuerdos, sucesos y rostros. La crueldad es una, no importa en qué momento se manifiesta ni bajo qué careta: es una siempre con el mismo matiz. Es instintiva y por ello inextinguible. Hasta creo que mi colección personal daría para un librito: Historia Colinesca de la Crueldad.
Enfin. Este "puente" dedicaré unas horas al escaneo, que una de las jaulas para encerrar crueldades es la palabra escrita (aunque puede ser herramienta para promoverla, así es la dualidad). Uno observa el teclado y el animalito que llevamos dentro se queda dormido en su cueva (ok. siempre despierta).
miércoles, septiembre 15, 2004
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