lunes, agosto 23, 2004

1. Stop. Ni hablar, uno aún es festivo; este fin de semana fue largo y tuvo su gama: desde el azul cobalto hasta el anaranjado incendio. Tengo nuevos libros, y curiosamente coinciden --no porque sean el mismo repetido--, en ellos asoma extrañas imágenes de mundos subterráneos que a veces salen a la superficie. Lástima, por subirme al tren bala de los días no he podido leer ni un cachito de ellos.
2. Aquí a lado tengo un espejismo --auque lo toco, y es materia, sigo percibiéndolo como un espejismo--. Mi partner cometió la locura de regalarme el libro de Posada. Corrección: EL libro. Hace años salió la edición (clasificada como inaccesible). No sé cuántas veces lo vi, lo deseé, lo saboreé: tan alto, tan lejos, tan hermosamente rosa. Y tampoco he tenido tiempo de hojearlo con calma.
3. Hace rato subía y bajaba y subía de la colina. Hay días en que me topo con locos (y cuando digo locos es literal). Uno de estos encuentros era un diálogo entrelazado con el hecho de que yo traía grillos pal geco (ajá, el muy maldito ya quizo comer). El diálogo se interrumpia con las llamadas ficticias de un celular apagado. Las interrupciones no importaban mucho, podía admirar el catálogo de trencitas para muñecas que una señora cargaba: trencitas de pelo sintético negro rematadas con hilo rosa (del mismo rosa que el libro de Posada).
4. De fondo, El Último de la Fila (gracias eternas a Rodolfo). Canciones que no escuchaba hace años y, sin embargo, dibujan el mismo horizonte: palabras que son cansancio / pero yo te prometo inventar un lenguaje nuevo para ti / la gran pesadilla es despertar / cuando no se tiene otro lugar más allá de los sueños. Stop. Se acabó la fiesta.

No hay comentarios: