martes, agosto 17, 2004

Es imposible aislarse por completo, no importa en qué mundos andemos, siempre nos llegan reminiscencias de todo lo que ocurre alrededor. Ahí está Atenas 2004: vi un trozo de la inauguración, la mecha encendida, el discurso conmovedor y, como fondo, las estupideces de los comentaristas. Caray, quiero un trabajo así: viajar, sentarme tras un micrófono y decir cuanta imbecilidad pueda escupir mi neurona. Si quieren, hasta me disfrazo de san Plátano y bailo flamenco. Enfin. (Aplausos para Televisa).
Efemérides: como soy treintona tuve la fortuna de ver por TV a Nadia Comanecci, su memorable salida de la barra y el 10 de la perfección. Y sí, todas las niñas queríamos ser Nadia-hada para ir a los Juegos Olímpicos, bonito símbolo de la hermandad, la paz, el juego limpio, blablabla. Y así como Nadia era un hada, existían los Reyes Magos y yo me iría de misionera por ahí. Recordar la inocencia tiene algo de entrañable.
Efemérides 2 y un osito: Antes de que se inauguraran los J.O. Moscú 1980 me tocó ir a USA. Ahí compré al osito Misha. Recuerdo una tienda abarrotada de gente que compraba y compraba objetos. Mi papá me explicó que los jugadores americanos recaudaban fondos para poder ir a los J.O. de Moscú. A esa edad uno tenía la mínima noción de los badboys (URSS) y los goodboys (USA). Del brazo del mentado osito colgaba una etiqueta con la leyenda de estos jugadores deseosos de competir.


La inauguración de Moscú 1980 fue sublime, llena de Basilisa La Sabia: colores, tradiciones y formas tan ajenas que nos provocan asombro. USA no asistió. Yo pensaba que no habían juntado el dinero. No. Simplemente no los dejaron ir. Cuatro años después vendría The Caviar Revenge: el bloque nunca llegó a Los Ángeles y eso que ahí voló un astronauta plateado.
Nos quedan una serie de conceptos utópicos convertidos en slogans de maquinarias infranqueables. El desfile de las delegaciones, unas pequeñísimas y otras monstruosas (¡viva el imperio!) como espejos de verdades que parecieran no importar y el absurdo de querer tapar el sol con una medalla de oro.

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