Y este descifrar palabras acelera la velocidad del tiempo; saltar de una lengua a otra para redescubrir acepciones y la imposibilidad del ritmo devora las horas del día. Así son los días solos en los que por único ruido se tiene el chasquido de la lavadora. Será obsesión o simplemente la certeza de que después no tendré el mismo tiempo para realizar la traducción de algo que pocos, o uno, leerán. Pero algo queda en este ir y venir de lenguas y es la sensación que tendría un arqueólogo del s. XIX, así de anacrónica soy: yendo y viniendo a ciegas, presa de la intuición y redibujando formas que tal vez nunca existieron.
jueves, agosto 05, 2004
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