jueves, agosto 12, 2004

Casi siempre tengo algo que decir (que postear): una idea, un recuerdo, una anécdota, un poema; o algo para colgar en este tendedero virtual: desde las imágenes más hermosas (según mi óptica) hasta las animaciones más sosas (pero sabrosas pa mi humor). Estos días no hay nada; y no porque no pase nada. El posteo nunca es proporcional a los sucesos en la realidad no virtual. Podría alegar que estoy ocupadísima. Falso. He posteado cuando en verdad cronos estaba al borde del precipicio. O que estoy de vacaciones. Falso. Mis vacaciones siempre son un artificio.
Sucede que a ratos temo nombrar ciertas cosas por miedo a que ocurran, y otras por temor a que se diluyan hasta extinguirse. Todo es fortuito. Imagino un gran péndulo invisible que se balancea encima de cada uno, unas veces regando cosas y otras tasajeándolas. Y por más que se eleve la vista jamás se descubrirá qué mano-maquinaria-entidad gobierna ese vaivén.
Hace dos noches alguien me preguntó sobre Poe y me pidió una foto. La foto nunca la encontré; a cambio mi disco duro arrojó una ilustración, traspapelada ¿?, de una carpeta que nada tenía que ver. No es aquél péndulo memorable (menos el de mi sinsentido), sino La Casa versión Rackham (¿de dónde la baje?):


A. Rackham

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