Mèrde. Rata murió. Anoche la observé, de la nada se descompuso (conozco el anuncio de la muerte ratonil). Me quedé en la aprensión, mal dormí. No es sólo la muerte de una rata, sino la fragilidad de cada silueta, de cada momento que uno intenta capturar y registrar (ese afán de perpetuar).
Ahora no sé que hacer con ella, se quedo tiesa en su nido; no sé si esperar al hijo o esconderla en el bote de basura y decir: rata murió. O dejar que la vea y abandonar mi vicio de sobreprotección.
He deseado que los hijos no se duelan, no azuleen como hago yo; lo he intentado. El azul es un gen recesivo; el hijo lo tiene, inevitable.
Lloraremos a la rata, la recordaremos como a otras ratas.
Hoy todas las ratas vienen a la memoria.
La fragilidad que más me asusta es la mía.
viernes, octubre 10, 2003
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