lunes, diciembre 01, 2003



Ahora que inicia diciembre, paradójicamente, inicia el final del año; más allá de las fiestas, la cotidianidad se resquebraja: vacaciones, trabajos acelerados o pospuestos, aguinaldos y ausencia de ellos. Es imposible ignorar las pautas artificiales del tiempo, el entorno se encarga de ello. Un cambio de colores disfraza el deseo de aligerar estas épocas decembrinas.
Y en el intento, rogaremos a las piedras. O nos ocuparemos de letras entrañables y ajenas:

TROPOS
Siempre es más tarde de lo que parece: el cosmos se apresura a terminar sus asuntos. Soy arcano sin número. Danzo en el vientre acuático del aire y mis manos se transforman en estrellas, en peces trágicos o en palomas picoteando la superficie de las apariencias. Si cierro los ojos soy un punto en el centro exacto del mapa. La esfera crece en todas direcciones y sus límites tocan otras esferas que no me atrevo a imaginar. Mi vida es un ancla y mi corazón un puño de tierra que me jala hacia la tierra. Por eso vuelo: recorro las situaciones y los días, conozco las escaleras y los atajos. En el agua, hay frente a mí una puerta de cielo invisible; en el cielo, hay frente a mí una puerta de agua donde la muerte es siempre un vuelo interrumpido, un acontecer de silencios y palabras deshojadas.
Ricardo Bernal

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