En algunas culturas la luna es el ojo enfermo del cielo, aquel que todo distorsiona, pero en su limitante lleva implícita una nueva forma de visión. Es el arcano de la magia, la intuición y la inspiración, mas también el arcano de la neurastenia, la tristeza y la soledad.
En su justo equilibrio permite intuir lo que no es evidente en nuestro interior —y en el del prójimo—. Ofrece un nuevo territorio donde hay que andarse con sigilo y no dejerse atrapar por los espejismos. Es la carta de los engaños, las trampas y los fantasmas. Sólo al separar la luz de la oscuridad que la rodea se alcanza su significado más alto.
Y dice Leopoldo María Panero:
La luna
carta XVIII
Que no queme la noche la ceniza,
blanco árbol de mi ano.
El desierto atraviesa con una luz
sola en la mano.
La ilusión es a veces una mano,
otras, la luz que equivocan ls dientes.
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