martes, febrero 10, 2004

Ni hablar, esas procesiones pa visitar al Árbol al norte de la ciudad me agotan de más. Hice bien en no animarme a dar talleres por allá. Además duermo accidentadamente, ahora sueño o que alguien toca a la ventana (todavía no me animo a ver quién es), o llamadas teléfonicas con alguien a quien extraño de más (uts, se escucha la voz tan claramente, y las pláticas son largas, allá en el país de los sueños he de pagar dinerales). Y me acabo de percatar de que ayer no hice reverencias a santa Apolonia, patrona de los dentistas, y de la que cuenta la leyenda que mientras se consumía en el fuego gritó que los que padecieran de dolor de muelas e invocaran su nombre se librarían del sufrimiento (a ver si no me castiga y me tira las pocas muelas que me quedan).
Y enfin, que febrero fluye y fluye y este blogcillo no cambiará su look; reptará por ahí, escama-azulejo, hasta encontrar algún recoveco:


porque todo lugar altisonante ha de poseer una cripta
.

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