Al fin me lavé el cabello; ni hablar, este pelo es otoñal. Hacia días que anunciaba su grácil caída invadiendo fundas de almohada, cuellos de camisa, acolchonando los cepillos; y el agua (más shampoo) corroboró el proceso. Y ahí estaba, atrapando mechones para no tapar la coladera (no imaginan, se regresa el guanerío a borbotones).
Lo peor es encontrar cabellos en la comida, y yo tengo ese karma; no importa si es mío (muy limpio, muy negro, muy largo), me muero del asco. Agh, cuando me toca regalo en un platillo hago mutis y lo quito sigilosamente; no hago escándalos (no es in, ja) y como con asco.
La única solución es cortármelo, ahorrarme el mundo empelado; o esperar a que deje de pelechar; o convertirme en una bola de billar (la 8 en la butaca izquierda).
viernes, septiembre 26, 2003
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