sábado, septiembre 13, 2003

Más gripe. Despedidas. Paracetamol. Los ojos de alguien. Por dormir la calentura ando de nocturna, aunque el fin de semana lo permite. Salimos a la ciudad por los últimos encargos de la hermana-arqui, me dediqué a observar puertas de garage; sí, a uno lo atrapan ciertas temáticas callejeras. Los tamaños varían, unas son simples, otras barrocas; está la madera, el metal, los terminados; casi ninguna posee manija.



Y los curiosos letreritos de prohibición: el letrero ansioso que pretende evitar encontrar un obstáculo al abrir la puerta. Supongo que las puertas sin letrero confían en el sentido común y el savoir-faire de los citadinos. Pero la verdadera atracción son las palabras que aderezan esta señal:
1. Entrada: ¿será que sólo se entra y no se sale?, ¿agujeros negros? ¿hocicos arquitectónicos? debe ser, pues otros letreros indican: Entrada y Salida.
2. Prohibido estacionarse: equivalente a la edición bilingüe, entiendes o entiendes.
3. NO estacionarse: así, recalcando la negación, una especie de ladrido.
4. Se ponchan llantas gratis: el mejor de todos; con un toque de ingenio y humor cuelga la amenaza velada. Una amenaza algo estúpida: imagino al furioso en cuestión ponchando las llantas del intruso ¡bravo! ahora ¿cómo diablos ha de moverse para liberarte de tu prisión?
5. Ok. Para eso sirve el: Se usará grúa.
Esta ciudad y sus afectos automovilísticos, la cuasi religión en cuatro ruedas. Me voy por unos Tempras (¡salud!)

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