martes, marzo 23, 2004

La palabra exacta para describir este estar es agüitada pues no tiene los bríos del indignada ni es excesivamente azul como el decepcionada. Y así, agüitada, sé que me he llamado a engaño (uno de mis vicios), llamado que consiste en sepultar lo que veo o disfrazarlo con explicaciones lógicas. En lenguaje popular me hago pendeja, que ya sé que este mundo es un gran mostrador llenito de ofertas donde todos entran a la rebatiña, y todo se vale: sacar ojos, desdecirse, adular, pisotear el estandarte.
Y unos dirán que así es, que hay que ser prácticos y entrarle al quite, que no es para tanto. No. Antes que llevar agua a mi molino arremeto contra los molinos aunque ya me sepa el final de la historia: madrazo y a tragar polvo. Y no lo hago por buena, honesta ni luminosa (el único luminoso es san Plátano, que dios tenga en su gloria). Lo hago porque se me da la gana, manque luego ande agüitada.

PD: A participar en el rally-virtual de fatal espejo, que ha cumplido un año de vida...

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