viernes, marzo 26, 2004

Terminé trabajando en la noche, y aunque sólo fue un ratito bastó para despertarme más tarde de lo que debería. Y es que cuando uno acumula estrés lo mejor es dejarse estar frente a los amigos, comiendo lechuga o leyendo la página de sociales de periódicos foráneos.
Me han traído una granja de tenebrios. Otros tienen granja de hormigas. Yo tengo mi nueva granja de tenebrios: a primera vista parece un montón de aserrín, salvado y avena sin más oficio que llenar un recipiente. Entonces algo tiembla. Todo tiembla. Bajo esa superficie hay una tropa entera de tenebrios reptando por doquier.



Son más veloces que aquellos que compré en la tienda de animalitos. Puf, no puedo atraparlos con la cucharita. Mi cuñado dice que se atrapan con la mano, puaj, puaj. Claro, como él se dedica a ordeñar arañas (textual), el agarrar tenebrios no tiene mayor ciencia.
¿Para qué sirve la granja de tenebrios? Pues para lo que sirven las granjas, para proveernos de suculentos manjares. Bueno, no a mí ni a los hijos, sino a la boca voraz del geco que sonríe (textual) al engullir esos gusanillos.

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