y aquí no pasa nada
1. La semana pasada fuimos testigos de lo que parecía el anuncio de la apocalipsis. A medianoche la tierra se tragó un coche. Sobre la calzada de La Colina se abrió un gran boquete. Al principio imaginamos que la tierra simplemente estaba hambrienta, pero luego intuímos que estaba encabronada, eso de andar cubierta de asfalto con el tiempo ha de incomodar. Las personas que viajaban en el automóvil lograron salir ilesas, sólo algo ensalivadas y asustadas.
2. Al día siguiente, por la tarde, un viento juguetón comenzó a silbar. En unos minutos se transformó en la más grande ventisca que estos ojos hayan visto en la ciudad. Cayeron árboles, espectaculares y uno que otro peatón. Nos quedamos sin luz. Durante esas cinco horas de oscuridad aguardamos, temerosos, la señal definitiva de que La Colina llegaba a su fin. Esperamos... esperamos... y esperamos.
3. Un rugido nos sobresaltó en la madrugada: ¡las bestias infernales emergían para acabar con todos y con todo! ¡Nos persignamos! Pero nada. Era el estúpido refrigerador que regresaba a su labor habitual. La luz había regresado.
4. Nuestro fin del mundo se resumió a una antigua mina de arena que dio de sí, a un ordinario apagón y a un refrigerador que debe ser remplazado. Y aquí no pasa nada... (continuará).