viernes, diciembre 31, 2004

último de 2004

Este post es el intermedio de visitas y llamadas previas, y de llamadas y visitas por venir. Hoy habrá casa llena, hornos prendidos y voces rebotando contra las paredes. Este día podría ser el resumen de los días, esos donde una voz nos sorprende, donde la zozobra se diluye o lo sombrío crece. El resumen de todos esos días en los que observamos con nuestros ojos-lupas para engrandecer lo nimio o menospreciar lo que es grandioso. Ojalá tengamos muchos 31 de diciembre que son la promesa de un año más; un espacio temporal más para entender lo que nos rodea. ¡Feliz cena pa los aljibeños!

miércoles, diciembre 29, 2004

Los días de calma aparente, donde no hay cotidianidad que nos de eje, ni están los terceros que nos dan ritmo, son quizá los que contienen mayores movimientos. Ayer salí a cumplir ciertos encargos: uno de ellos era comprar plumines de distintos colores: metálicos y pastel para papel oscuro, y de colores no metálicos y no pastel para papel claro. Las grandes papelerías abundan en esta ciudad, lo que no encuentras en una debe estar esperando en otra, o en otra, o en otra. Caminé de un lado a otro (en esta ciudad vale más decir "de costa a costa"). Al final encontré casi todo (un libro llega hasta enero). Pero no adquirí todo lo que encontré: los poemas inéditos de Celan, recién traducidos, listos pa que yo los lea, tan caro el desgraciado.
Se me enterró esa sensación de caminar y caminar para entrar a un local que es similar al anterior pero cuyas variantes pueden pasar desapercibidas: en cada uno encontraba algo diferente, sin embargo tenía que continuar la búsqueda. Se antoja que toda búsqueda pudiera materializarse en un paquete de plumines. Ayer no me detuve hasta encontrar, aunque en otro plano estoy detenida: no busco, estoy quieta en una encrucijada sin decidirme a cruzar o a doblar la esquina. Lo que uno alucina con los fines de año.

lunes, diciembre 27, 2004

Existe un punto en esta ciudad que, por las noches, se transforma en embarcadero. Las luces son marea que llega al horizonte. Y uno quiere creer que los faros son anémonas y que los anuncios son el guiño de un pez abisal. Y en este embarcadero, que no lo es, a cierta hora el cielo clarea para exhibir la silueta de los volcanes que se sueñan continente por descubrir. La luna intenta despeñarse, que la incipiente claridad es el anuncio de su ojo-hermano. La luna, ciega, no logra acelerar su paso. El ojo de fuego la alcanza, la opaca, la esconde. El cielo se queda tuerto y bajo su mirada los coches, entonces veleros, zarpan. Rielan sobre las aceras mientras el vaho de las alcantarillas son las burbujas de peces imposibles. Y en otro punto de esta ciudad alguien escribe historias sobre marineros de cemento. El embarcadero se diluye y sol y luna siguen su camino.

jueves, diciembre 23, 2004



Estos pinillos en Patchwork funcionan como alegoría de la familia en esta colina: somos retazos de unas hilvanadas con otras. Esta Nochebuena-Navidad los hornos de esta casa están apagados. Cada uno ha jalado por su lado, a cada uno le toca cumplir con "su familia". Hasta a los hijos les toca ir a la casa paterna, la del ex. Todo lo anterior ya es una tradición. Los integrantes que solían ser los comodines en estas ausencias ya no están. Se huyeron al más allá. Esta vez iré con otra familia, otro núcleo, bastante entrañable, alegre y jacarandoso. Las familias ajenas pueden ser más adorables que las "familias políticas" (la que tengo ahora es re malvibrada).
Estas fiestas siempre son referencia a aquellas de infancia: uno recuerda anécdotas, carencias, creencias, aromas, rostros... y uno pretende (en mi caso) que las presentes sean lo más similar al recuerdo idealizado. Si no fui allá, o me quedé acá, es porque no estoy dispuesta a perder ese saborcito dulce de las fiestas. ¡Felices fiestas pa los aljibeños!

lunes, diciembre 20, 2004

--¡Basilisa, Basilisa! ¡Haz la comida, barre la casa, trae la leña, ordeña las vacas, y date prisa, no pongas esa cara, que parece que vienes de un entierro!

No. No es la historia de Cenicienta, ni un plagio. Es un extracto de un cuento ruso. ¿Quién fue primero? ¿Basilisa o Cenicienta? Responder a estas preguntas provoca el mismo dilema que aquél del huevo y mamá gallina.
Algo que me gusta de la literatura tradicional es su calidad de universal: esas coincidencias, esos personajes rebautizados una y otra vez, esos arquetipos. Así, en mi perpetua estupidez, imagino que todo y todos provienen del mismo huevo (puesto por un gallináceo dios); y andamos por el mundo fritos, revueltos, pochés, con jamón, tibios o cocidos.
Qué cool, todos primos-hermanos. (Aquí podemos cantar It´s a small world, agarrados de las manos y con los encendedores en alto).
Pero ni madres. Ni Basilisa, ni Cenicienta ni la Gallinita de los Huevos de Oro existieron. Pura imaginería.



Pero en la imaginación Basilisa tenía una muñequita mágica que funcionaba si se le daba de comer. El sábado alguien querido me regalo una muñequita, sólo que ésta es anoréxica. Aunque, tal vez con agüita baja en sales nos cumpla nuestros deseos. En lo que ocurre, Basilisa La hermosa puede leerse allá, en el cielo azul. Es una historia coleccionable.

jueves, diciembre 16, 2004

nuevo producto nuevo

¿Cansado de los buenos deseos?
¿harto de planear cenas interfamiliares?
¿síntomas de piñatafobia y ponchefobia?
¿obsesión con electrocutar pavos?

¡Deje de chupar limón!
¡Disfrute las fiestas y sonría al 2005!



productos JELIcidad&Mergruen Inc.
lanzan al mercado su jo-jo-jo innovador:

¡¡en 4 sabores navideños y sólo-sólo-sólo para usted, JAPIFIESTA!!



pd: el slogan, lo olvidaba: porque lo importante es usted.
pd2: papá Nöel forever, ja.
pd3: quiero chamba en una agencia de publicidad, gracias.

miércoles, diciembre 15, 2004

La tradición dicta poner un arbolito natural, por lo menos la intransigente tradición de esta casa. Este año los árboles salieron a la venta el día de la Revolución (20 de nov). Ya no hay árboles. La tradición también dicta poner el arbolito natural y navideño el 8 de diciembre y no por Concepción sino por otra tradición, más antigua, que proviene de la infancia.
Hoy es quince y en esta casa no hay ni una esferita. Ya no hay árboles. El cierre laboral estuvo y está en números rojos; los números rojos no afectan los gastos básicos pero sí mis trivialidades festivas, y todas las trivialidades sinónimo de divertimentos.
Pinche tradición. Estos usos y costumbres son arma de dos filos. Bastaba tener un arbolito artificial para sacarlo de la caja, sacudirlo y ¡vòila! Las opiniones aquí son encontradas:
La hija dice: No hay árbol ¿qué importa?
El hijo dice: No hay árbol... (silencio de quien ha visto un espectro)
Mamá dice: No hay árbol... (silencio y pensando seriamente en ir al jardín comunal y chingarse un pinito que acaban de sembrar).


Enfin, en lo que aprendemos a ser como la hija para no ser tan aprehensivos, o terminamos con la tradición, puede que cuelgue las esferas y las lucecitas en los libreros, total, son árboles procesados... los dioses arbóreos me están cobrando la cuenta.

lunes, diciembre 13, 2004

Imagino el paso del tiempo como la estadía en un teatro: están el escenario, el proscenio, las butacas, las luces e infinidad de tramoya. Nunca la obra estará tan cargada de adornos como en la infancia; aún en la más trágica, la niñez tiene ese privilegio, el de embellecer y volver mágico lo que toca. Pasan los días, los años, y el teatro se queda cada vez más vacío y más desnudo. Entonces descubrimos las formas reales y, en consecuencia, los vacíos que antes disfrazaban los reflectores y las lentejuelas.
Llega el momento en que nos quedamos sentados en nuestra butaca sin más espectadores que nosotros mismos, hasta que alguien o algo apaga la luz. La mayoría de las personas se quedan en la oscuridad o abandonan. Los menos se empeñan en buscar el interruptor y en recubrir una vez más el esquelético lugar. Y en ello se les van los días.
Y ocurre que ese alguien o algo apaga la luz una y otra vez. Mas los menos se empeñan en buscar el interruptor para revestir de luces y fantasía lo antes descubierto, aunque la oscuridad y la certeza de las formas siempre les provocan espanto. Sólo a veces el cansancio los deja quietos, sentados, con la duda de si en realidad tiene sentido aferrarse a aquel interruptor. Pero los menos suelen ser tristemente necios. Aunque tarden seguirán recreando.

domingo, diciembre 12, 2004


La Guadalupana, de J. G. Posada


Ayer, mientras regresábamos a la ciudad, rebasábamos un sin fin de procesiones que andaban a la orilla de la carretera. La velocidad del camión contra los pasos en la oscuridad de los feligreses acentuaba la fragilidad de sus cuerpos. Temí que algún coche desbocado arremetiera contra esa hilera de hombres, mujeres, niños, cuadros y figuras de la virgen de Guadalupe. Al entrar a la ciudad, se podía ver como las procesiones más adelantadas doblaban por una de las avenidas en dirección a La Villa.
Ya en casa, a la medianoche inició la estridencia de los cohetes. Aún permanecen los rituales y los viajes iniciáticos, como en otras épocas y bajo otros rostros divinos. Sería un acto de ignorancia afirmar que todo es producto del fanatismo, aunque la fe y este último esten divididos por una delgada línea.
Me empino en mí misma para encontrar ese dejo de motivación, de esperanza, de fe o como se le quiera nombrar. Ese motor que nos hace despertar, andar, recorrer y buscar, que en este día para muchos está en una imagen. Me empino más y más, lo más seguro es que me despeñe y allá abajo siga escuchando los cohetes que suenan a intervalos cada vez más largos.

jueves, diciembre 09, 2004

cuentos del Roderico III

Ni qué decir, la historia de Roderico con la bailarina aquella estaba estrellada, y no como noche titilante de estrellas sino como huevo suicida. Mi mayordomo, como buen enamorado rechazo, pasó por varias pruebas para ganarse el corazón (que en realidad era una punta de mondadientes) de aquella ingrata.
Se dedicaba la canija a dejarle, en el cuaderno que la vio nacer, exigencias escritas en Post it amarillos: "No me gustan tus cuencas, cómprate ojos. No me gustan tus dibujos, regálame lentejas. No me gustan los poemas, escríbeme un cuento". Y bajo esta lluvia de imperativos Roderico se ahogó. Y eso es un enamorado no correspondido: un ahogado verdiazul, que se arrastra en el fango buscando la respuesta a su desamor en las corazas de los crustáceos.
En estas historias amorosas los finales son clichés: la amada termina corriendo a los brazos del amado, o el amado mata a la amada, o la amada escapa con otro amado, o todos los amados y amadas mueren o se van a un monasterio.
Roderico no detalla cada humillación, digamos que no se regodea en su desgracia. Lo único que guarda, en su bolsillo derecho, como prueba fehaciente de aquellos días es un par de ojillos que ahora usa para ver de noche y en el día son útiles como canicas.


martes, diciembre 07, 2004

La política es como una caja de música: llena de engranes, resortes, tornillos y alambritos que en conjunto forman un mecanismo que fascina y que nos invita a descubrir el hilo negro. Se mueve, suena, hechiza pero pasado el tiempo la tonadilla es una mera repetición ad infinitum (aunque en ciertos casos la cuerda se rompe). El aljibe no era un espacio para blasfemar sobre "grillas" ni para dirimir sobre la desmemoria histórica de un país y la tibieza de sus moradores. Hasta ahora.
La barra de blogger que a tantos incomoda es en realidad un portal a la dimensión desconocida. Comprobado. Se me ocurrió usar el botón de Next y, a dos clicks de distancia (secuencia que no se repite, cuestión de suerte), encontré el blog de los Blogs for Bush '04. Y me dije: "Mi misma, que por eso ocurre lo que pasa, que hasta en bloguilandia la conscientización política es una". Este pensamiento parece un absurdo, no lo es, hay que buscar su sentido político entre líneas (que ahí es donde el sentido político se esconde, a huève).
De este Blog de Blogs for Bush tomé mi botón que ya habita en mi carpeta de coleccionables:


No hay duda que la Libertad de Expresión inspira y, aunada a los últimos acontecimientos políticos de este país --o del que sea--, me parece políticamente sensato añadir mi granito de arena a la playa de la sinrazón (nótese que imagen tan justa para tal empresa). Desde ya debemos decidir qué "Blog de Blogs for" enarbolará nuestra postura. Y en la pasarela:

el rey sin reino que reina.



es un peje, cualquier parecido con una barracuda es mera coincidencia.



Alabado sea.

pd: No hay botón del PRI, pues ese ganará en el 2006. Resignación.

lunes, diciembre 06, 2004

El símil más común para una nube es el algodón; y si andamos cursis o buscando una canción de cuna, el algodón se convierte en azúcar. Es también común buscar formas en las nubes, o apostar a su color para decir si lloverá o podremos salir a tostarnos la dermis.
Pero hay nubes aciagas y no precisamente de algodón, ni de azúcar ni de vapor de agua. A estas "nubes" se les conoce como enjambres: de abejas, de moscas, de mosquitos o de cualquier otro bicho (humanos incluidos). Por ejemplo, está el enjambre de jejenes que terminan en nuestra boca, nariz y ojos: una experiencia inolvidable. También tenemos el enjambre de abejas que, si se trata de "africanas" y en la gran ciudad, inevitablemente va acompañado de un camión de bomberos. Y están los que anuncian enfermedad (psicosomática, aclaremos):
Desde el otro día traigo una gripe, que no es gripe; es más una alergia a lo que me rodea pero que se manifiesta, aleatoriamente, en la nariz y en la cajita de pañuelos desechables. Y fue a raíz de caminar a través de un enjambre de moscas que zumbaba en un trecho de la avenida. No se me antojó averiguar qué diablos hacía ahí el susodicho enjambre, si había por ahí un cacho de carne muerta o no, pues me limité a contener la respiración. El caso es que lo atravesé, estoica, ya que era más seguro que bajarme de la acera o intentar cruzar, sin semáforo, a la otra orilla.
Soporté sus ruidillos y su estupidez al estrellarse contra mi cara, y el cómo transformaron mi visión de la calle al fragmentarla con un montón de puntitos negros con alas. Pero la autosugestión es un enigma y en mi caso habita en las mucosas. De hoy en adelante tendré cuidado de las nubes, de los enjambres, de las hordas y/o de las parvadas. Aunque en esta ciudad librarse de cualquier tipo de conglomerado es casi imposible.

viernes, diciembre 03, 2004

Opera 7 screen capture {float: left; margin-right: 0.5em}Debería existir un medidor para saber cuántas horas-saliva hemos dedicado a rumiar con ayuda de un chicle. De todos los chicles masticados, algunos contienen una historia: está el que nos acompañó a la cama porque olvidamos, o no queríamos, escupirlo. El chicle ingrato, en algún momento de la noche, salió de nuestra boca y, friolento, buscó cobijo en nuestra cabellera. La consecuencia, al siguiente día, aguardaba en el filo de unas tijeras que cortaron el mechón asfixiado por la goma de mascar.
Otros chicles, aunque ajenos, terminan en extraña comunión: e trata del huérfano que alguien arrojó a la acera y que, bajo los rayos del sol, tomó la consistencia idónea para pegarse en la suela de nuestro zapato. Cuando nos atrapa primero exclamamos Amén, temerosos de estar siendo tragados por el infierno, pero pronto el amén se transforma en una mentada pues alejarse de un huérfano es casi imposible.
Y también están las historias de pérdida, las más ocurridas en la escuela. La escuela es el acérrimo enemigo del chicle. Maestros, directores y prefectos tenían, y tienen, la fijación de observar las bocas de los pupilos: ¡tienes chicle, tíralo de inmediato! Nunca entendí, ni entiendo, su afán de controlar el instinto vacuno del alumno. Nada como un chicle para aprender el estado de ensimismamiento tan necesario para descubrir otros territorios del pensamiento en los que se aprende todo aquello que nunca encontraremos en la tiza y en el pizarrón.
Años ha que no masco un chicle, mis piezas dentales de porcelana lograron erradicar uno de mis vicios. Pero queda convocar a otros para que masquen e inventen minificciones para esta convocatoria.

miércoles, diciembre 01, 2004

Opera 7 screen capture {float: left; margin-right: 0.5em} Según los cánones de las vanguardias, el expresionismo buscaba manifestar el estado del artista ya no a través de los elementos "reales" sino valiéndose de todo aquello que estuviera a la mano --en el seso-- del creador. En esta ilustración de Víctor Slama logro entender el trasfondo político, la ebullición de los años 20 que sería sólo antesala para un siglo telúrico. Pero no sé quién o qué es el espectro amarillo que acecha: ¿la clase reinante, la burguesía, la industria, el hambre, la guerra, la represión? Tal vez algún día me tope con la explicación erudita sobre esta imagen; mientras, la esencia de este cuadro (el monstruo yema) se adapta a mi noción de pesadilla, tanto onírica como real. Y justo soñé con un monstruo-yema, con su esencia: un tipo intoxicado que me perseguía por calles desiertas, violencia in crescendo, y que terminó acorralándome en un jardín cercado. Excluyendo mis sueños de acción tipo Arma Mortal I, II, III y IV, esta es la tercera vez que sueño que mato a alguien. Y dicen que la tercera es la vencida, en este sueño no maté por ira, sino por terror. La diferencia pareciera que se materializa en el pincel de Slama.