lunes, noviembre 29, 2004

Imagino al espíritu como un pulpo que sólo en su elemento puede poseer la consistencia necesaria para ir de aquí para allá y ejercer sus cualidades. Si está lejos de su hábitat se convierte en una plasta informe incapaz de cualquier cosa, hasta de respirar. Deambula con sus ocho tentáculos repletos de diminutas ventosas que se antojan ventanas para explorar, descubrir y encontrar. La percepción del pulpo se multiplica en cada una de ella y si está a disgusto en alguna situación, suelta un chorro de tinta y huye veloz.
Pero no existe nada más decadente que un pulpo que, además de estar fuera de su elemento, ha perdido todos sus tentáculos: es una pequeña plasta sin extensiones, sin siquiera la posibilidad de desparramarse, desesperado, en la superficie. Más un trapo mojado que comienza a enlamarse que un ente hambriento de palpar todo lo que le ofrece el rededor.
Así hay días, de pulpo mutilado. Y queda el consuelo de saber que a los pulpos reales, en caso de perder alguna extremidad, les vuelven a crecer los tentáculos. Imagino que al espíritu-pulpo le ocurre igual. Veremos.

jueves, noviembre 25, 2004

cuentos del Roderico, II

Y sucedía que el ex jefe de Roderico, además de ser monero y desempleado, también era minimalista. Esto último no se debía a una postura estética sino a su falta de talento. Se rumoraba que en realidad era contador pero vivía aferrado al aroma de la tinta y a toda hora cargaba alguno de sus 33 cuadernos de dibujo que llenaba, frenéticamente, con sus garabatos.
Una de las tareas de Roderico, en aquél estudio hechizo, era la de sacudir, hoja por hoja, aquellos cuadernos preciadísimos para el monero-contador. Maldito el día en que mi mayordomo abrió el ejemplar aquel que despedía olor a mostaza (por quedarse olvidado 5 horas en un carrito de Hot Dogs). Ahí vió a la dichosa bailarina, por primera vez --en el cuaderno, no en el carrito--, tan frágil y estilizada como un moldadientes.
(Dato dramático: En este momento del relato a Roderico, de sus cuencas, le escurre algo que llamaremos lagrimillas).
Sí, se enamoró, como si una tachuela se le hubiese clavado en su óseo corazón. Roderico pudo robársela en ese momento arrancando la hoja de aquél cuaderno de perdición; pero él es fiel y mayordomo, nunca vándalo ni truhán.


no se equivoquen, la ingrata es la de la faldita rosa


Y a partir de ahí empezaron sus noches de desvelo, de horas dedicadas a dibujar y colorear peces floreados, árboles con manzanas y pastelillos coronados con cerezas. Dibujó todo aquello que se encuentra en el catálogo del dulce enamorado y, palabras suyas, con mejor pulso que el monero-contador.
Pero ocurre que hay historias sin estrella, y la de Roderico estaba despuntada. Aquel conjunto de palitos, o sea la bailarina, no bien encontraba un dibujo de Roderico se apresuraba a tachonearlo con sus patitas para enseguida huir y perderse en las hojas del cuaderno.

martes, noviembre 23, 2004

cuentos del Roderico

No sé si es porque siempre está zangoloteando la cabeza, como si marcara el compás de una buena cumbia, o porque a toda hora está sonriente; el caso es que yo asumí que Roderico siempre estaba feliz, alegre y jacarandoso como castañuela. Mi intuición a ratos me falla --pocas veces he de presumir-- pero cuando se desorienta el error es garrafal.
De entrada, resulta que la cabeza le bailotea de esa forma porque en algún momento de su historia perdió las vértebras del cuello. Lo que sostiene su cabeza (mejor dicho, su calavera) es el tocón de una escoba que por más que lo ha tallado para darle forma no ha logrado ajustarle el juego.
Lo de la sonrisa perpetua es otra cosa, cualquier hijo de vecino se puede percatar que en ese teatro no hay telón para cerrar. Se me antoja, entonces, que los labios son un trozo de carne que se asociaría mejor con la tristeza y la melancolía que con la jocosidad. Bueno, de la lujuria los labios son socios certeros, pero esa es otra historia --más candente y ensalivada-- y nada tiene que ver con los intentos fallidos de mi mayordomo por hacerse de unos labios.
Según cuenta, una vez lo intentó con migajón remojado en leche pero lo único que ganó fue un ataque despiadado por parte de una parvada de pájaros. Ya lo decía yo, esas cosas emplumadas sólo sirven como emisarios o para ser rostizados. Su segundo intento fue con plastilina epóxica --nada apetecible para los pollos y muy dócil para moldear-- pero al endurecerse el pobre Roderico deambulo por días con una mueca absurda que nada tenía que ver con una sonrisa. Experimentos posteriores, por demás pintorescos, lo hicieron desistir. No se lamenta del todo pues dice que no hay nada mejor que los dientes pelones para disimular el desamor.
Mi necedad, o necesidad, de tener un mayordomo me impidió leer con curiosidad y morbo el curriculum de Roderico: su último trabajo fue en el estudio de un monero desempleado; y ahí fue donde se le fracturó el corazón (sí, fracturado, que su corazón es de hueso y late tuétano todo el día).
Pero ya es tardísimo y la prudencia aconseja no alimentar mis insomnios otoñales. Ya contaremos la historia de la bailarina aquella...

domingo, noviembre 21, 2004

Asombra cómo "un todo" puede estar contenido en unos versos. Y para no quedarme sólo con fragmentos en el tag, vénganos tu reino. De F. G. Lorca (y de dónde vino la palabreja y de por qué "el aljibe"):

Infancia y muerte

Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!
comí naranjas podridas, papeles viejos, palomares vacíos,
y encontré mi cuerpecito comido por las ratas,
en el fondo del aljibe y con las cabelleras de los locos.
Mi traje de marinero
no estaba empapado con el aceite de las ballenas,
pero tenía la eternidad vulnerable de las fotografías.
Ahogado, sí, bien ahogado. Duerme, hijito mío, duerme.
Niño vencido en el colegio y en el vals de la rosa herida,
asombrado con el alba oscura del vello sobre los muslos,
agonizando con su propio hombre que masticaba tabaco en su costado
siniestro.
Oigo un río seco lleno de latas de conserva
donde cantan las alcantarillas y arrojan las camisas llenas de sangre;
un río de gatos podridos que fingen corolas y anémonas
para engañar a la luna y que se apoye dulcemente en ellos.
Aquí solo con mi ahogado.
Aquí solo con la brisa de musgos fríos y tapaderas de hojalata.
Aquí sólo veo que ya me han cerrado la puerta.
Me han cerrado la puerta y hay un grupo de muertos
que juega al tiro al blanco, y otro grupo de muertos
que busca por la cocina las cáscaras de melón,
y un solitario, azul, inexplicable muerto
que me busca por las escaleras, que mete las manos en el aljibe
mientras los astros llenan de ceniza las cerraduras de las catedrales
y las gentes se quedan de pronto con todos las trajes pequeños.
Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!,
comí limones estrujados, establos, periódicos marchitos.
Pero mi infancia era una rata que huía por un jardín oscur´isimo,
una rata satisfecha mojada por el agua simple,
y que llevaba un anda de oro entre los dientes diminutos.

Federico García Lorca

viernes, noviembre 19, 2004

bifurcación

No, no se trata de una lengua viperina; sólo es la posibilidad del camino que se bifurca: o se van a las noches a trazar nuevos mapas o tocan a la puerta y cortan Flores Blancas. En resumen, mis posteos se fueron a otros lares...

pd: saludos a Shered y al portero que nos invitan a jugar.

jueves, noviembre 18, 2004

En realidad son muy torpes, con soplarles salen volando sin ton ni son. Por las noches, y con la luz prendida, me las topo por todos los rincones. Siempre las esquivo. Lo malo sucede cuando camino a oscuras, más de una vez he sentido sus cuerpecitos bajo las plantas de mis pies. Llevan años aquí, y hasta donde he podido observar, entran por la ventana de la sala.
No sé qué buscan esas hormigas inmensas, a veces creo que es comida pero entonces ¿qué hacen en los cuartos, en los baños, en los clósets, en el techo, en la pared? No sé qué diablos están buscando. Deduzco que su desasosiego ha aumentado porque ahora les da por inmolarse: encuentran un tarro de miel semiabierto y se despeñan. Uno las descubre poniendo el envase a contraluz, suspendidas en su espesa mortaja. El azúcar las engaña, él se nombra ámbar líquido que les promete la inmortalidad. No hay tal.
Yo termino colando la miel de maple y la de abeja, y las hormigas --sus cuerpos-- se van por el desagüe, todas pegostiosas. A ellas no les importa, continúan su búsqueda. Pequeñas pero inmensas, temerarias pero frágiles. Son alegoría que tiene el estatus de universal a la vez que de plaga.

lunes, noviembre 15, 2004

the milkman o el mago de la lactosa

No es lo mismo OIR el radio que ESCUCHAR el radio. Si trabajo con el seso (sí, a ratos lo logro) oigo el radio; si trabajo con las manos, lo escucho. Existe un promocional de presidencia, de esos donde se ensalzan los logros del jefe en turno. Parece que en este sexenio se ha logrado una prodigiosa fórmula de leche (que expende gratuitamente Liconsa) con la cual los niños crecen mágicamente. Esto último lo adivino gracias a la voz de una madre agradecida porque su vástago, en lo que va del sexenio, ha crecido fuerte y saludable (anuncio dixit).
¡Qué chingón! Imaginé un mago de Terramar, o mínimo un niño Potter, saltando entre vaquitas, varita en mano, reinventando la nutrición de nuestro jijo país tercermundista.
Escena: La fantástica fórmula láctea que acabará con la desnutrición mundial, vertida en un frasquito reluciente de diamantina, escondida en alguna cueva mística con un par de duendes a modo de custodios (los dragones ya no están in).
La única duda que me queda es: ¿a quién debo mentarle la madre?:
a. a los asesores, que desquitan sus sueldos con gusto y alegría.
b. a los creativos, que han de tener unos despachos monísimos.
c. a "todos junto ya"
d. a nadie, porque los radioescuchas seguro se tragan las aventuras del mago...

domingo, noviembre 14, 2004

Dice Roderico que debo querer creer (le gustan los infinitivos). Así nomás: creer. Que me deje de patetismos treintones y crea. "Creo, luego existo". Justo ahora acaba de encontrar un cuaderno rayado (de esos que descubrí en esta limpieza-de-casa-otoñal) pa que llene mi plantilla:
yo creo, tu crees, él cree, nosotros creemos, ustedes creen, ellos creen, yo creo, tu crees, él cree, nosotros creemos, ustedes creen, ellos creen, yo creo, tu crees, él cree, nosotros creemos, ustedes creen, ellos creen, yo creo, tu crees, él cree, nosotros creemos, ustedes creen, ellos creen, yo creo, tu crees, él cree, nosotros creemos, ustedes creen, ellos creen... cuando la termine, regreso a buscar burbujas. Mientras, leemos Se secaron los ríos redondos de sus ojos , allá en el sitio azul...

lunes, noviembre 08, 2004

últimos huesitos


tarot de Marsella


El arcano sin nombre, el número 13 de los mayores, representa a un esqueleto "vivo" que extermina lo manifestado sobre el color negro de lo no manifestado. Interactúa con el arcano El Loco (sin número en los tarots antiguos) al ser las dos únicas cartas cuyos personajes están en movimiento: fin e inicio se entrelazan, ambas cartas son la representación del movimiento perpetuo que resume la esencia del tarot.
Esta carta es el llamado a la transformación, a la ruptura de apegos, a terminar dependencias que detienen el fluir de la vida. Pero también es la invitación a la aceptación de la muerte, física y metafísica. Erradicar el temor a nuestra mortalidad conlleva a la liberación que permite vivir con plenitud.
Los cambios radicales en nuestro andar pueden ser resultado de nuestros deseos o de eventos exteriores. La cercanía de la muerte, en nosotros mismos o a través de un ser querido, nos permite conocer otros estratos del yo y de todo aquello que nos rodea. Aprehender este conocimiento depende de nuestra disposición al cambio.
***

Las flores de la ofrenda están marchitas y creo que el color del papel picado, que está en la ventana, está pronto a ser devorado por el sol. Se acabaron los huesitos, por este año. Se viene una semana de deberes. Las calaquitas harán meme.


tarot de las hadas

domingo, noviembre 07, 2004

Y ocurre que nos perdemos en las formas, ya no en su significado o en la palabra que las nombra. O en la necedad de develar misterios cuando el misterio verdadero es todo lo anterior. Nos quedamos con la materia que ocupa un espacio, y renegamos de lo inasible. En algún lugar alguien aprieta el botón de "Pausa".

jueves, noviembre 04, 2004

Hoy recordé una caricatura de Quino: Mafalda alienta a su madre quien, pañuelo en la cabeza y plumero en mano, limpia y limpia y limpia; Raquel (que así se llama la madre, eso lo sabemos por otra viñeta) algún día será la dueña de una polvareda (Mafalda dixit). Y recordé que de niña no me gustaba la imagen de Raquel: en su casa, guisando sopa y limpia y limpia y limpia.
Ahora tengo más tiempo para limpiar (gracias, desempleo), hasta puedo limpiar con un cotonete húmedo los botones de lo que se me pone enfrente; y vaciar cajones, darle brillo a la plata --ok, a las 3 piezas de plata que tengo-- sin que nada me apure. Podría decir que tengo más tiempo para leer, para escribir tonterías y para retomar MI proyecto. Entonces no sería Raquel. O postear sobre el inmenso arco iris que vimos hoy (arco completo), cosa rarísima en esta ciudad de nulo horizonte, y sobre su simbología: el de puente entre lo terreno y lo celeste, entre el aquí y el más allá. Y defender con mis ociosas lecturas un icono gastado que deja de serlo cuando lo vemos en el cielo (a quien no le asombre algo le falla en el cerebro). Y sería más Mafalda y menos Susanita.
Pero no. Hoy soy la dueña de la polvareda, que vierte hielos en el florero de la ofrenda para que ésta no se esfume, que lija el sarro acumulado en la regadera, que extermina la ropa sucia, que sí seca los platos con trapo, que guisa cositas ricas, que trae puesta una camiseta rota (y sucia) y que deja calaquitas:


Tomada por mi retina vigía, Felipe Huerta, allá en Coyoacán

martes, noviembre 02, 2004

calavera aljibeña



Desde ayer comemos pan de huesitos y calabaza en dulce; desde ayer prendemos las veladoras y nos sentamos sin más a ver nuestra pequeña ofrenda. Es efímera, sólo resiste unos días (hasta que el tufillo de las flores nos obligan a levantar el tinglado). Este año la Calavera le toca al aljibe; ya que si ésta no funciona quedan las Calaveras en Osiazul. Va:

Estaban los aljibeños
burbujeando sin parar
cuando la muerte reseca
su furia les fue a aventar:
¡jijos, crápulas del charco,
a mí me han de respetar
con este arpón y escafandra
ya me los voy a tronar!

¡Ah, qué calaca tan tonta!
ya hasta el fondo fue a dar,
se le olvidó que las carnes
son vitales pa' flotar.

Encabritada la flaca
de Nemo tomó el Nautilus
y con ruidos de matraca
lanzó torpedos y aullidos.

Bloguilandia ya enlutece,
el aljibe en trozos vuela:
te saliste con la tuya,
dulce calaca chimuela.

Allá en el Camposanto
reumática anda la muerte
por joder a los ahogados
se le reviró la suerte.
Palomita, anda, ve y dile
a la de los blancos sueños
que en los pozos de ultratumba
ya bailan los aljibeños.