martes, junio 29, 2004

VARIOS

1. Detrás de mí me observa una PC, debí animarme a escribir este post con su mouse de dos botones. Que espere, ya me perderé en su no-escritorio, no-carpetas, no-lógica. La letra de este aljibe se ve horrible en la PC. Aunque hay cosillas curiosas que no tiene la MAC.

2. El verano está aquí, oficialmente. Hijos en casa una semana sí y otra no. Los veranos son poco estables, algo esquizoides: lo que sí es grato es no oír la chicharrita a las 7:00 a.m.

3. Gracias mil a los que leyeron Cera y parafina, pensé que era un post largo, pero ya veo que los hay amantes de quemarse las retinas. Debería querer más ese libro, La ventana. O anunciarlo, o promoverlo más. Neh, no me va. Pero supongo que sí sería grato para algunos tenerlo, así que aprovechen la promoción:
Como esta semana voy a comprar ejemplares (quesque a precio pal autor), si algún aljibeño quiere el dichoso librito manden nombre, dirección (con todo y código postal) a este correo, se los mando de regalo veraniego por correo (paquetería no porque aún no consigo mecenas). A aquellos que veo, luego se los doy (felpu, por ejemplo).
Si no pa qué diablos dejé que lo publicaran. Es pa que otros ojos lo lean.

4. El fin de semana estuvo raro.

domingo, junio 27, 2004

Justo hoy es el día del Sagrado Corazón de Jesús. No creo en santos (sólo en uno amarillo), ni en cruces, via cruxis, vírgenes, altares, hostias, mesías, mecas... Creo en otras cosas que se materializan en los símbolos más antagónicos. Ya llené este aljibe de caritas, poemas, anécdotas insulsas, plátanos y JELIcidad. Total, ahora me toca pegar un cacho de mi libro. Nomás porque ese cachito lo hice un día como hoy (las efémerides de la tinta). Quise decir más de lo que pude (como siempre, caray). Buenos deseos pa la marcha (ajá, tampoco creo en eso).

Cera y parafina

"Si enciendes un cigarro con la llama de una vela, un marinero muere", oí decir a una alemana. La superstición no resulta tan descabellada si tomamos en cuenta los usos y aplicaciones de las velas. Desde la vela socorrista que ahuyenta las tinieblas en un apagón hasta la vela que inhibe el olor del humo del tabaco. La escena de un castillo siniestro no causaría el mismo efecto sin un candelabro en la mano de la heroína, así como tampoco los templos serían templos sin una buena dotación de cera.
Cuando era niña, en casa de los abuelos las velas se erguían como diminutos bastiones de la fe oculta. Por las mañanas mi abuelo despertaba y entonaba cánticos en una lengua desconocida. Por las tardes, en el ocaso de los viernes, se alejaba a la sala donde la menorah yacía sobre un mueble estilo español antiguo, él encendía las siete velas y tarareaba bajito un cántico diferente. Yo observaba a contraluz la silueta de mi abuelo, alto y fornido, con las manos siempre cruzadas por detrás de su espalda, y las llamas de las velas pendientes de la oración.
Al otro extremo de la sala, sobre la consola, se encontraba la estampita del Sagrado Corazón de Jesús que, según mi abuela, era el máximo protector. Ahí aparecía la figura de un hombre rubio y barbado rodeado de luz y guirnaldas que mostraba su corazón cubierto de espinas, lastimado. La abuela encendía velas atrapadas en vasos, las veladoras; una para el Corazón y otras tantas por cada difunto de la casa. Las llamas custodiaban la estampita milagrosa todos los días del año; no así las velas del abuelo, ésas se quedaban dormidas toda la semana --tu abuelo no cree en Jesús, pero cree en el mismo Dios que yo --aseveraba mi abuela.
Antes de Navidad, el abuelo prendía otras velitas (una cada día) puestas en un candelabro diferente, en lugar de siete eran nueve. Era la celebración del Chanukah, o Festival de las Luces. Pero en Navidad sí celebrábamos el nacimiento de Jesús. La abuela adornaba un pino, compraba un guajolote, sacaba el metate de la covacha y se hincaba a moler los chiles para hacer mole.
El abuelo devoraba con placer el plato de mole y guajolote que le servía la abuela. Los chiles, las especias, el chocolate y la tortilla quemada lo invitaban a la fiesta de cumpleaños del niño Jesús; y tal vez entonces creía en él pues ese día también prendía sus velas.
Cada vez que el abuelo salía o regresaba a casa, tocaba con sus dedos una pequeña placa incrustada en el marco de la puerta de entrada, el mezuzah (escudo) de su hogar; también en la entrada, mi abuela colgaba una cruz de palma adornada con un lazo rojo y cerca de ella ponía un vaso lleno de agua. Pero no necesitaba tocarlos, ésos protegían por sí solos.
Mientras las velas traían luz y gracia a la casa, en la mesa abundaba el pan. Era una abundancia cuantitativa y cualitativa: se podía tomar una rebanada de pan negro y untarla copiosamente con mantequilla y paté --pan Dominó, así lo nombraba el abuelo-- o tomar un bolillo calientito del día, pues ahí no había pan recalentado, para sumergirlo en una taza de chocolate, o hacer acrobacias con una tortilla deslizándola sobre un plato de adobo. Y a todas horas podíamos tomar un matzá (el pan ázimo), morder aquella lámina crujiente y, para disgusto de la escoba de la abuela, tapizar el suelo con migajas. Entonces salíamos al patio, por lo menos convidaríamos un poco de matzá a las hormigas que pululaban en el jardín.
Supongo que todas esas velas tenían algún poder mágico pues lograban reunir sabores opuestos, nombres en distintas lenguas y plegarias que, a final de cuentas, se dirigían al mismo Dios. Al llegar a casa de los abuelos, la número 31, uno se detenía a admirar su fachada cubierta totalmente por una bugambilia que en temporadas era sólo verde y otros meses irradiaba un color innombrable. Con sus ramas envolvía aquella casa, la acogía y unificaba lo que a primera vista resulta incompatible.
Una noche de tormenta aquella bugambilia cayó desparramándose sobre la reja y la banqueta de la calle. Estaba acabada, su tronco era un atado de astillas gigantes. Mi abuelo moriría meses después. Sus velas guardarían silencio para siempre y a las de la abuela se sumaría una más, que alumbraría su viudez durante más de 20 años. El vacío de la fachada se filtraría lentamente a la casa y a cada uno de sus integrantes.

viernes, junio 25, 2004


Del almanaque retro


Qué lentitud. Necesito proteínas. Quiero una granja, una gallina (la de los huevos de oro), un horno, mucha harina para hacer galletitas, una vaca que escurra port-salut; dos espantapájaros que reciten El Cuervo; una mesa para 12 gentes, un tractor, una escopeta (pa cazar malditos); una pipa pero no la de Magritte; un cordón para apagar el sol y prender la luna (o prender los dos para que observen mis verdísimos sembradíos). Lo dicho. Qué lentitud.

jueves, junio 24, 2004

Aviso: Ojitos castos y/o adoradores de la vela perpetua, abstenerse del inciso 2.

1. Llueve. Y lloverá. Al fin los ahogados podrán reclamar su territorio. Sólo queda un pendiente. Así que inicio la cueta regresiva al 5 de julio. Si no pongo una fecha límite nunca aterrizaré el azulesco proyecto. Y no puedo trabajar sin adrenalina, sin ese saborcito amargo (como a café requemado) de que el tiempo es ingrato.

2. Ayer conocí al más imbécil de la comarca. Toda comarca posee su mayor exponente en imbecilidad. STOP. Corrijo, pues la palabra imbécil puede confundirse con loco, y la locura tiene sus guiños entrañables. Entonces: Ayer conocí al más pendejo de la comarca. Toda comarca posee su mayor exponente en pendejez. Más que hablar escupía, qué digo, eructaba pendejeces pero con ese dejo de arrogancia y de sabelotodo-soy-un-chingón que sólo un pendejo iniciado es capaz de reproducir. El típico pendejillo (pa que se endulce la palabreja) que juega a ser poeta maldito, o subversivo, acá, muy salsa de habanero: wow, soy rebelde, soy gruexo. No. Eres un clown sin trajecito.Eres un pendejo.
Qué suerte pasar de los 35 (o sea yo) y haberme soplado años de UBICATEX que me ha tocado. STOP. Corrijo. La pendejez nada tiene que ver con la edad: "el que pendejo nace, pendejo entrega su calavera" (tomado de Aforismos Plataneros o cómo llegar al Nirvana sin resbalar en el intento). Pero sí es como punto de gangrena: se expande, se oscurece y mata todo lo que toca. Y no se cura, jamás, jamás, jamás...

3. Qué bonito el blog, tan terapéutico. Uf, ya me siento mejor. Escribiré mi artículo sobre los ángeles. Haré la clausura oficial de un libro, y pelearé con mi escaner para que todos coman Becerra en línea. Ja, el verano recorre las islas (chiste patético y local).

martes, junio 22, 2004

Atinadísimo el tarot-master en venir a la casa (aunque fuera un ratito): descubrí que no sé guisar 1 huevo, las porciones mínimas registradas para hacer huevos (nótese el plural) a la mexicana es para 2 huevos. Ha de ser el ayuno espiritual post solsticio (ajá). Pero el tino nada tiene que ver con los avatares gastronómicos sino con el hecho de que la entrada del verano iba a la baja (azulazulazul). El tarot-master es como foco de 100 Watts (cuando quiere). Ok. Ya veo todo más colorido (o por lo menos en duotono).
No hay nada más fácil que desalentarse; el desaliento tiene apéndices por doquier, y uno termina tropezando con alguno o con todos a la vez. Si fuese un robot made in china sólo tendría que comprar baterías nuevas. Las únicas baterías disponibles están donde rodrigo a quien esperamos ver mañana.
Inicia el día laboras. Pero antes que alguien me traiga la comida (o sea, yo misma).

lunes, junio 21, 2004


Dominic Rouse


Hermoso el tal rouse, hay que ver las imágenes en tamaño real-virtual y leer los títulos para saborearlas.

Y bien, hoy es el día más largo del año y hay que esconderse de este sol de solsticio, tan blanco, tan maligno para los ojos desvelados. Hoy era el cumpleaños de la abuela. Dulces sueños, abuela.
Voy por gotas para los ojos, deben aguantar este solsticio para seguir con los pendientes de esta semana. El sueño, que no aquél de la abuela, se empieza a acumular en mi espalda... el insomnio tiene voz.

domingo, junio 20, 2004

A ver, a ver, tengo tantas cosas que escribir... y no me refiero a mis aventuras asfálticas, ni a escribir en este lugar. Tengo una lista de pendientes, unos más urgentes que otros, y no sé por dónde empezar. Salto de los escritos a las texturas y de ahí a los colores y al cotejo de textos de otros. El susodicho proyecto va más lento de lo que imaginaba, creo que mis estudios de administración me sirvieron para nada, ja. ¿Cómo se llamaba aquello? ¿Diagrama de flujo? ¿Es aplicable al flujo virtual?
Sí, un lugar virtual es un laberinto y para armarlo y descifrarlo el diagrama de flujo importa un comino; mejor soñar con el minotauro de los cuentos (ese no existe en las clasecitas de contabilidad). Sí, estoy armando una web (pa los ojitos de otros). Y sí, por eso este aljibe cambia de piel a cada rato (es la zona experimental).
Me voy a retocar imágenes.
Y contrario a lo que digan por ahí, la nueva peli del niño Harry es sabrosisíma con palomitas.

jueves, junio 17, 2004

Necesito ir al mercado, o a alguna recaudería (si acaso queda alguna en esta ciudad de súpers). Compraré un manojo de epazote, otro de perejil ¿o de manzanilla? No sé. Mejor compro un manojo de cada hierba o verdor que tengan disponible para echarlos al brasero (glup, también debo comprar un brasero), prenderles fuego y sahumar el aljibe. Está embrujado. ¿Alucino? No, ni madres. Cada vez que decido sumergirme aquí algo pasa y termino encabritada. Creo que hoy mi espíritu de warrior princess se pasó de listo, he dicho cosas jodidas a alguien.
De entre los manojos verdes buscaré dos lechugas para hacer una infusión que verteré en un vitrolero: me guardaré ahí y saldré hasta que esté bien remojada, arrugada como pasita y completamente apaciguada.

martes, junio 15, 2004

Declaramos esta semana como La Semana Nacional del Entripado (qué afán de hacerme encabronar). Paréceme que este aljibe debe poseer una tesitura adusta tal, que las burbujas exploten sin hacer ruido. Es hora de retomar los proyectos de trascendente investigación. Mergruen INC --porque lo importante es usted-- no abandona su objetivo de servir a su comunidad. Por ello:


Productos Jelicidad lanza al mercado mundial
su nuevo producto para la creatividad.

¿Problemas conceptuales?
¿Baches en la comunicación?
¿Estertores en sus líneas?
¡Que todo le valga madres y sonría nuevamente!



Bananina pills® despierta sus sentidos primigenios. Únicas con beta-bananita extraída de frutos exclusivos recolectados, con red en mano, por nuestros científicos en el corazón de la jungla amazónica.
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lunes, junio 14, 2004

De todas mis bajezas, que son varias, existe una, la más oscura de todas. Sí, sigo viendo caricaturas (Vaca y Pollito, Bob esponja, Yu-Gi-Oh, la de un conejito amarillo y más y más); me gusta entrar a las tiendas de Hello Kitty (uy, ahora me han regalado una libreta con Kitty Dark y llena de diamantina); veo pelis de Disney; entre otras cosas... Y claro, en la red he encontrado eco a esta perversión: los móndrigos emoticons, smileys o caritas: tengo una colección. Tengo la teoría de que remplazan, de alguna forma, lo stickers impresos; y están asociados a las miniaturas. Lo pequeño tiene toda una poética (aunque esto no es argumento para justificar mi baja pasión). Per se esta adicción no debería resultar tan estridente si no fuera porque provoca un claroscuro aterrador con otros vicios que tengo: por qué no hacer una animación de la casa Usher con emoticons, un ensayo sobre los smileys y su influencia en el endecasílabo, caray: un tarot con emoticons. Resignación. Debo ser medio esquizo (ja). Resta encontrar una clínica de rehabilitación y buscar la liberación simbólica, como esta (lo admito, me encantaencantaencanta):


sábado, junio 12, 2004

Sábado en solitario, al fin. Y no confundir: no es que quiera estar sola como ostión, ni que no quiera ver a nadie, hablar con nadie, blablabla, sino que puedo dedicar el día a mis obsesiones actuales. Entre armar un blog y una web completa hay una diferencia gargantuesca. Más si los programas los aprendo al Hágalo Usted Mismo.
Hubo un par de descalabros laborales que, pa que negarlo, me hicieron encabronar y como no pude madrearme a nadie, me pusieron dark. Me prende que traten de timarme, en cualquier aspecto: el engaño se nota, siempre, y caemos porque intentamos disfrazarlo, eso se hace con las certezas desagradables. Y ni modo, pasó, pasa y pasará.
Curioso, en los últimos días han ocurrido sucesos pequeñitos, que no por nimios llaman la atención. Como si cada uno de ellos fuera una ventana donde, al otro lado, aguarda algo que debemos ver, observar con detenimiento. No solemos prestar atención a los detalles (que llamamos insignificantes), estamos tan acostumbrados a los grandes acontecimientos (por eso nos invade la grisura a cada rato). En lo que sigo lidiando con la tecnología, rumiaré lo que ha pasado, a ver con qué me topo.

miércoles, junio 09, 2004

Junio es malo para la inversión. Uno invierte horas-hígado-retina en trabajos y a la hora de la cobrada basta sacar la lista de colegiatura, reinscripción, útiles, uniformes para abrir el bolsillo del cual saldrá, al final, una polilla tuerta.
Sólo dos trabajos tienen V de vuelta; en lo que regresan dedico horas a un programa. Ok, un programa para crea otros de mis proyectos quijotescos. Y las preguntas, aunque viejas conocidas, brillan espeluznantes en el mouse: ¿pa qué pierdes el tiempo? ¿a quién carajos le importa esto? ¿enserio crees todo esto? ¿por qué no te pones medias y un trabajo honorable? ¿a qué sabe el sentido?... Claro que las hay, preguntas, más grotescas. Y aunque soy una experta en esto de la culpa nihilista (sí, ambos conceptos pueden ir juntos) no puedo evitar esconderme bajo las sábanas.
La respuesta siempre es la misma: huyo de la inevitabilidad. Porque conozco su rostro, su mano acogedora, su voz idéntica al canto de las sirenas. Como otros monstruos memorables, la inevitabilidad es color blanco. Todo monstruo engulle (bajo mis cánones). Y yo tiendo a ser un bocadillo apetecible.
Ok. Por eso seguiré con el niño-proyecto, hasta que encuentre más trabajo que pague el ojo de vidrio de mi polilla tuerta.

lunes, junio 07, 2004


Magritte


Por sí mismos, los ojos --los globos oculares-- no tienen ningún atractivo. Hay variedad en forma y color, pero de ella no depende la frecuencia de la mirada. Mirar. Hace unas horas miré con ira a alguien. ¿Qué posee una mirada para que ese alguien la perciba de espaldas y voltee asustado? Está de más decir el por qué de mi ira (la ira es más allá de cualquier justificación).
Las miradas tienen profundidad: conozco las que son hondas como charcos, hondas como pozos o pavorosamente infinitas (el mal tiene lo suyo). Están las que invierten su introyección en algo convexo: esas miradas se expanden, revolotean. Las hay opacas, en las que nunca nos veremos reflejados (esas sobran). Las que nos reflejan dulcemente, las que nos reflejan de manera inquisitiva. Unas pocas tienen un brillo brujo, como si robasen ciertas propiedades del mercurio --exceptuando el color para preservar la transparencia de las retinas--. Triste, están las miradas a punto de extinguirse, y no hay mano que logre acunarlas para evitar que se apaguen.
Y las hay miradas-lianas, las únicas que logran enredarse con otras: uno mira, mira el otro, y ellas, miradas, se enlazan. Con suerte, al mirar al otro, uno se mira a sí mismo. Sí, las miradas también conocen la comunión.

sábado, junio 05, 2004

Será la lluvia, será la proximidad del día más largo del año o será lo primero que se me ocurra pero el entorno parece un caleidoscopio. Y no de aquellos primitivos de la infancia: llenos de trocitos de vidrio, papel metálico, cuentas y paredes de espejo. Más bien se trata de uno de esos, modernos, repletos de abalorios que se mecen en sustancias aceitosas. El entorno tiene algo de sicodélico, de espejismo, de turbulencia de anilinas. Sin embargo no soy yo la que se mueve: como ante el caleidoscopio sólo soy testigo.
Lo que es cierto es que el movimiento de otros derriba mis preciadas murallas (sí, estilo medieval). Me apresuro para redificar lo caído. Y no bien formo una línea de piedritas al norte, las murallas del este y del sur se vienen abajo. No hay más torre ni alminar ni torreón.
Trepidantes días estos; no queda más que correr como ciego buscando guarida: y los escondites, a veces, resultan inauditos (dulcemente inauditos).

jueves, junio 03, 2004

He dedicado horas-retina al poema en prosa, he dedicado tinta insulsa a defenderlo, a explicarlo, invocarlo, evocarlo... En realidad, si nadie lo lee-entiende-construye no tiene importancia. A ratos me fastidio de mis estandartes de paja. Sólo leo en solitario sin el afán de compartir nada, para qué.
Sí, en el aljibe debe flotar Gaspar de la noche, aunque sea una brizna de paja: va un fragmento y un grabado original de aquella edición memorable de 1836 (memorable para mí y para otros ociosos lectores).

La estancia gótica
(En La noche y sus encantos, libro tercero de Gaspar de la noche de Aloysius Bertrand)

¡Oh! ¡La tierra --murmuré a la noche-- es un cáliz aromado cuyo pistilo y cuyos estambres son la luna y las estrellas!

Y, con los ojos cargados de sueño, cerré la ventana, que incrustó la cruz del calvario, negra en la amarilla aureola de las vidrieras.



¡Si al menos no fuera a medianoche --la hora blasonada de dragones y de diablos--, sino el gnomo que se embriaga con el aceite de mi lámpara!

¡Si no fuera sino la nodriza que acuna con un canto monótono, en la coraza de mi padre, a un niño que nació muerto!

¡Si no fuera sino el esqueleto del lansquenete aprisionado en el revestimiento y que topa con la frente, con el codo y con la rodilla contra él!

¡Si no fuera sino mi abuelo, que desciende a pie de su marco carcomido y sumerge su guantelete en el agua bendita de la pila!

Mas no, ¡es Scarbo, que se muerde el cuello y que, para cauterizar mi sangrienta herida hunde en ella su dedo de hierro puesto al rojo en el horno!

miércoles, junio 02, 2004

Los últimos días han sido largos, repletos de texturas, aromas, rostros, voces. Días barrocos, días de ires y venires, de palabras contenidas. De secretos en las paredes blancas. Andan locos los días.
Sí, celebramos: algunas esperas son largas, mas hoy comimos albóndigas porque Éstos son los días de Alberto, donde podemos sentarnos Sandra, Rax y Luisfey a reír un poco de los días bajos que siempre suben y se entintan de cobalto (como la portada medieval del nuevo libro).
Ojalá y los días suban para otros; a todos toca, en su momento.
Mientras, a buscar cómo alejar este silencio; no sé quién lo invitó.