La nave de los locos (1 de 3)
Había una vez... un lugar llamado La Tierra. En La Tierra crecían árboles frutales, flores hermosas y ortigas; a toda hora se escuchaba el fluir del agua cristalina en ríos y mares. El sol amarillo se levantaba por las mañanas e ilumina los rostros de los habitantes de la tierra. De entre ellos sobresalían los hombres y mujeres, trozos de carne animados por almas bondadosas. Todo era paz y amor sobre La Tierra.
Pero un día (sí, sí así, de súbito) aparecieron Los Locos: hombres poseídos, pecadores irredentos, escoria de la sociedad. Los hombres y mujeres elevaron sus bracitos al cielo esperando la solución a tan innombrable mal.
Y obtuvieron respuesta.
Los hombres y mujeres construyeron un gran barco (siguiendo los planos del arca aquella que cargó animalitos durante el diluvio). Lo botaron al agua, bueno, al mar, y subieron a todos Los Locos. Y los pusieron a navegar.
Y Los Locos navegaron por mares azules, de día y de noche, ya contemplando estrellas, ya deslumbrados por el sol amarillo sobre las olas del mar. hasta que se murieron todos.
Y sí, se murieron, por pecaminosos y sucios, por pinches locos; porque los hombres y mujeres de La Tierra no les dieron ni agua, ni víveres, ni nada. Así, para que se murieran.
Y La Tierra volvió a ser ese lugar lindo, lindo, lindo.
Y todos vivieron felices para siempre (¡sonrían!).
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Lo mejor de este cuento es que va a servir de machote a todos los persignados de mierda que viven en esta ciudad: nomás le cambian el título: en lugar de locos pongan fumadores... qué bien chingan con su ley de sololoy...
3 comentarios:
Juar, juar... y mira que hay muchos!
saludos!
por mi que se los chinguen a todos, jajajajaja
cuestión de salir con un soplete a limpiar las calles de la Ciudad :p
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