Juan Soriano
Hace ya muchos días virtuales que quería traer este cuadro, tantos que había olvidado el título de la obra. Lo recuperé por la asociación que hice con él: "La vista azul".
En la obra de Collodi, cerca del final "original" de las aventuras de Pinocchio, el títere huye despavorido de lo que después sabemos será su trágico fin: una cuerda y un roble. Llega a la puerta de una casa cuyas ventanas están cerradas. Toca. Toca. Toca más. Una niña azul le contesta, desde la planta alta, que nadie puede abrir, que ahí no hay nadie. Ante la respuesta ilógica, y el miedo in crescendo, el crujiente Pinocchio insiste en la oportunidad de la salvación. La niña responde que nadie puede bajar a abrirle la puerta: "aquí todos estamos muertos". En ese momento sabemos que el títere no tendrá un final feliz, ya él ha cruzado el umbral. Collodi logra una de las mejores imágenes alegóricas que he leído, sin importar que el destino de su obra haya dado la vuelta en la esquina para añadir más capítulos repletos de aventuras rematados por un final opuesto a la primera versión aunque igualmente pavoroso.
En estos días, no se quién o qué es ese Pinocchio que toca a mi puerta --sí, aljibeños, todos tenemos un títere personal--; noche y día toca y toca porque algo lo persigue. Yo respondo como respondió la tinta de Collodi: vete, lárgate, "aquí todos estamos muertos". Necesito encontrar la tinta que garabatee una respuesta de salvación. Busco y busco pero, como si esto fuese una cajita china, una voz responde: "aquí todos estamos muertos".
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