Y tal vez mi creatividad es de lo más medieval por lo que necesita un feudo, un castillo y un pueblo atemorizado por el fuego del infierno. Y necesita un monasterio en la montaña, un foso y altas murallas donde tintineen las jaulas que mecen los cuerpos de todos aquellos a quienes odio. Pero antes que todo, que todo esto, mi creatividad necesita un ejército que la transforme en estado, en centro en el emperador absoluto de la tierra baldía que se niega a producir páginas.
Nada como un ejército numeroso, dedicado y lleno de estandartes y blasones coloridos. Dispuestos a dar los ojos, y las manos, y los morros por su señor. Y como tal vez mi creatividad es de lo más medieval he salido, he recorrido las calles, he buscado en tiendas, rincones y estantes en busca de un ejército.
Y ahora, desde la torre más alta del castillo que custodia la colina, lo saludo, lo aliento, le ordeno que recorra el mundo entero y regrese lleno de riquezas.
Aljibeños, no se fien, aunque mi ejército cabe en una bolsita es devastador:
Ejército del Señor de la Colina. Temed.
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