lunes, enero 23, 2006

Tras evocar mi pijama de cuadritos blancos y rosas en el post anterior, dejé pendiente la continuación. Dejé de narrar que, desde mi infancia, una persona se dedicaba a regalarme pijamas año tras año hasta que, hace unos años, se mudó al más allá. Dejé de contar que con su ausencia tuve que aprender a comprar pijamas idénticas a las que recibía como regalo: de tela de punto, 100% algodón; camisones con manga corta y a media rodilla para que no se enreden con las sábanas. Dejé de contar todo esto no porque fuera trivial pues todo lo que aquí flota lo es. Tampoco la falta de tiempo es la razón de peso, ni mi teclado tuerto: ya tengo uno nuevo. Dejé pasar una semana --apenas me percato de la temporalidad-- porque ese impulso, que no musa, incontenible de escribir sandeces anda dormido. Seguramente arropado con todas esas pijamas que se fueron al más allá. Enfin, ¿alguien tiene una pastilla, un jarabe o remedio casero?
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