Creo que este conejo resulta terapéutico; con su alegre frenesí, su sonrisita "los amo a todos" y el absurdo en el cascarón colorido (nop, los conejos no nacen de un huevo) ayuda a no tomarse las cosas tan en serio.
Supongo que estoy de regreso de ningún-lugar: ya no tengo sueño, le saqué brillo a la casa y, al fin, monté la pecera que me donó Rax. Montada a medias, faltan unos últimos ajustes para rellenarla de peces y escuchar el bubblebubblebubble mientras una intenta terminar los trabajos pendientes. Está cool la pecera, tenía todito, hasta una momia submarina...
Ni hablar, ya regresé. Hasta recuperé mi graciosa ira, justo ayer, cuando ciertos eventos me hicieron encabronar. La paciencia y la tolerancia dan frutos torcidísimos.
Qué sabroso sentirse vivo, casi tan vivo como el conejito de pixeles que flota hoy en este lugar.
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