Siempre hay una primera vez
"Siempre hay una primera vez" pertenece a ese grupo de frases y dichos que intentan consolarnos, o justificarnos. Ayer la empleamos, aquí, en la cocina de la colina, cuando abrimos el horno después de una hora y media para descubrir que el pastel se había suicidado. Y claro, los suicidios sólo ocurren "una primera vez". La rejilla del horno se cayó, y junto con ella el molde del pastel, y junto con él la masa del pastel.
Y el aljibeño promedio se preguntará: "pues que no olía a quemado". No -contestaré. Aquel flujo piroplástico encontró camino. Primero en los huecos más recónditos de las paredes del horno, después por los agujeros del piso del mismo. El resultado fue la sorpresa al descubrir un molde ladeado con los vestigios endurecidos de una masa chocolatosa.
"Siempre hay una primera vez" -exclamamos a coro. Pero este estúpido consuelo no parecía suficiente para mi hijo cumpleañero. Ni me quitaría mi encabronamiento. Preparé el pastel, una vez más, y sacrifiqué un par de tabletas de chocolate suizo (el de repostería era miembro honorario del suicidio).
Al final del día celebramos el cumpleaños con una receta "mejorada" de pastel de chocolate. Y del suicidio sólo queda un testigo: un inmenso charco de masa de chocolate bajo el horno que algún día alguien tendrá que limpiar.
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