Por las tardes el mundo se transforma. Basta que llegue el atardecer para que me valga madres quién dijo qué, cómo lo dijo, cuáles acontecimientos me parecen, cuáles no, y un sin fin de etcéteras. Con la edad mi psique es cada vez más primitiva; enamorada de los abalorios le es suficiente enchufar el cable a la corriente para que titile el arbolito de navidad. ¡Qué chula la electricidad! No es tan cotidiana que olvidamos su misterio, su maravilla y su consuelo.
¿¿...??
Pues algo me he de traer entre manos o realmente el Scrooge de Dickens (que leo por cuestión laboral) me ha contaminado.
Neh, qué mejor, que titilen los foquitos, yo de aquí no me muevo...
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lunes, diciembre 04, 2006
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