lunes, diciembre 04, 2006

Por las tardes el mundo se transforma. Basta que llegue el atardecer para que me valga madres quién dijo qué, cómo lo dijo, cuáles acontecimientos me parecen, cuáles no, y un sin fin de etcéteras. Con la edad mi psique es cada vez más primitiva; enamorada de los abalorios le es suficiente enchufar el cable a la corriente para que titile el arbolito de navidad. ¡Qué chula la electricidad! No es tan cotidiana que olvidamos su misterio, su maravilla y su consuelo.
¿¿...??
Pues algo me he de traer entre manos o realmente el Scrooge de Dickens (que leo por cuestión laboral) me ha contaminado.
Neh, qué mejor, que titilen los foquitos, yo de aquí no me muevo...
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