La manzana ha sido símbolo de conocimiento, unas veces para alcanzar la inmortalidad vía el fruto del árbol de la vida, y otras para sufrir la caída vía el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Una de las explicaciones más hermosas del por qué este fruto ha sido considerado símbolo de conocimiento y de libertad se entrecruza con otra imagen altamente simbólica: la estrella. En el interior de la manzana se forma una estrella por medio de los alvéolos que guardan las semillas y que puede observarse al cortar el fruto de manera perpendicular al pedúnculo. Esta estrella se asocia con el pentagrama que simboliza al hombre-espíritu y al encontrarse en el interior de este fruto se lo asocia con la involución del espíritu a la materia. Comerla significa abusar de la inteligencia para conocer el mal, de la sensibilidad para desearlo y la libertad para perpetrarlo. Esta simbología, comprendida como realidad tácita, es la que ha satanizado a este fruto y a la Eva bíblica.
En otras tradiciones la manzana no sólo es símbolo de magia y revelación sino también nombra territorios fantásticos. Tal es el caso de Avalon (El Pomar o La isla de las manzanas), isla de las leyendas artúricas que era la estancia mítica donde reposaban las almas de reyes y héroes. En estas historias se dice que el mago Merlín enseñaba bajo la sombra de un manzano.
Ya traeré otros asuntos estrellados, menos adustos y más suculentos... mientras, manzana y Lorca:
Por eso le da lo mismo una manzana que un mar,
porque sabe que la manzana en su mundo es tan infinita
como el mar en el suyo. La vida de una manzana desde
que es tenue flor hasta que, dorada, cae del árbol a la hierba,
es tan misteriosa y tan grande
como el ritmo periódico de las mareas.
Y un poeta debe saber esto.
Federico García Lorca, La imagen poética de Luis Góngora (fragmento)
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