jueves, octubre 05, 2006

Si pueden asomarse por la ventana (y me refiero a la ventana de esta colina) verán cómo la tristeza del otoño se nos viene encima. Como si no nos bastara con la invernal y la muy colorida, pero igual de mortífera, primaveral. A Roderico le complace, no sé si la tristeza o el frío, y enfin, a él cualquier frío "le cala hasta los huesos".
Hace rato leía un texto de alguien que despotricaba de los partidos, del Estado y demás porque en cierta colonia de esta ciudad los precios de los estacionamientos suben sin control y los locales comerciales se multiplican en alegre metástasis económica. Ciertos intelectuales poseen cierta candidez que, tal vez, los ayuda a escribir hermosos versos o hermosas prosas. Recordé a aquellos poetas que en plena convulsión histórica dedicaron sus dones a escandir versos sobre el amor y la muerte y el yo y el laberinto oído y demás cosas sublimes. Venerados poetas que decidieron esconderse en su torre de marfil. Como premio a su "candidez" se convirtieron en los poetas oficiales. De entre ellos los hay regulares, buenos y asombrosos. Pero al releer su obra uno trata de encontrar, entre líneas, los ecos de todo aquello que no veían, que no querían ver o que, simplemente, no podían ver.
Medito, nuevamente, sobre el texto aquél. Y recuerdo que la ahora gloriosa colonia, sede de la intelectualidad chilanga, fue una zona venida a menos después del temblor del 85: oh sí, todos nos dimos cuenta que estaba defectuosa. Pero los años pasan, y viene la amnesia y esa curiosa necesidad de edificar un feudo. Los precios de dicha colonia subieron y subieron hasta saludar al fantasma de Laika allá en el cielo. Y a las cabecitas "pensantes" de este país les ocupa tener dónde guardar su coche y vivir en un entorno silencioso para que la musa los bendiga.
Ja. Inútiles: vendan su coche, usen el micro y consíganse una choza en el bosque. Y pidan hospitales, escuelas, luz, agua potable y leche pa los pinches chilangos, no sus nimiedades.
Ahí viene el otoño...
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