1. En algunas frases o descripciones uso el adjetivo oblongo, u oblonga según el género. Algunos interlocutores preguntan qué es eso, otros ya lo saben, o no lo saben pero temen preguntar. Ser ajeno a este término es la garantía de que nunca leyeron La caja oblonga de maese Poe (o sí la leyeron pero les valió sorbete, u olvidaron, el significado de la palabreja).
2. Los autos, los aviones, los trenes y hasta las galletas se han transformado a lo largo de la historia. Formas van, formas vienen: de los ángulos pronunciados se han pasado a las curvas aereodinámicas, de lo barroco a lo minimalistas, y así. Las transformaciones no siempre se deben a criterios estéticos o dinámicos, muchas se adaptaron a la producción en serie. Es este el caso de la caja oblonga.
3. Del momento preciso en que el hombre cobró consciencia de la muerte, y de sus muertos, e inicio el ritual del entierro varios han sido los caminos a seguir: entierros en vasija, cremaciones en barcos, entierros al aire libre (sobre copas de árboles, una maravilla), momificaciones, osarios, el espacio. Cada ritual representa y retroalimenta la imaginería del pueblo que lo ejerce y del que lo conoce. En el caso de este "post", hablaremos del icono occidental por excelencia, y que nos es tan familiar: el ataúd (la caja del sueño eterno, que no la tumba o mausoleo).
4. Hasta principios del siglo XIX, la forma clásica del ataúd, o féretro, se amoldaba a las dimensiones del cuerpo humano: estrecho en la zona de la cabeza, más amplio para el torso y brazos plegados, y estrechísimo para los pies:
Este icono singular ahora tiene un uso retro: es más "gótico", más estilizado, más nostálgico y nos da ese ambiente de "antigüedad". Pero, su confección en serie no es práctica: los protagonistas de la revolución industrial en USA lo sabían, y fue en este país que se comenzó con la producción en masa de nuevos medios de transporte para viajar a la eternidad: la caja oblonga, o sea nuestro modelo actual.
5. En algunos de los cuentos y poemas de Edgar Allan Poe podemos encontrar sus referencias sobre la época que le tocó vivir, muchas de ellas eran verdaderas novedades aunque para nuestro ojo lector no son detectables.
Al leer La caja oblonga uno se llega a preguntar el por qué del disfraz: ¿por qué no usó ataud? ¿por qué no es evidente que la cajita alargada trae un muerto dentro? Ocurriría igual si hoy por hoy nos diera por hacer ataudes redondos: la caja redonda, como elemento mortuorio, no sería usual; aunque ser enterrados en inmensas cajas de Petri me parece harto estético.
6. El dato me parece una curiosidad, y un buen pretexto para leer el cuento (no se fijen, hay una errata en el título, bah). O bien, para realizar algunas manualidades, nunca se sabe cuándo deberá enterrar al hámster o al pez dorado, o hacer camitas para los muñecos de lego...
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