jueves, diciembre 11, 2003

Cuando uno anda volátil (dícese del traer todas las ideas, todas las vísceras, todas las empatías y apatías flotando) no hay nada como volverse terreno. Los últimos dos días dedique tiempo a abonar las plantas, podar marañas indescifrables, limpiar ventanas --para que mis vecinos puedan espiar--; y dediqué otras horas al fogón: hoy hay muchos lugares en la mesa (o habrá, ahorita plancho el mantel-mancha-de-romeritos). Y vaya, esta ocasión el panqué (marmoleado) no hizo de las suyas: quedó inflado, doradito y espera en la mesa. Estos días me refugiaré en el horno, remedio infalible para amarillear los azules internos. Vienen los días del fruit-cake (ya sé a quién le toca el primero, ja).

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