jueves, febrero 05, 2004

Ajá, las últimas horas las he dedicado a un folleto de Airmakeup=cara nueva con aerógrafo, ja. Mi máquina está hecha un desastre y esta mesa tiene ceniza, manchas-de-lo-que-sea y pilas de libritos, papeles y azúcar de unas gomitas devoradas con lujuria. Prefiero un proyecto monstruosamente grande que muchos y variados (¿que tiene que ver el makeup con la poética de Dolores Castro?); esa horda de trabajitos retroalimenta mi dispersión cósmica, me provoca dolor de espalda y de cabeza (no, el de cabeza se lo debo a mi vecino que está construyendo una plataforma de lanzamientos y lleva taladreando todo el día ¿o tendrá una mega muela de visita?). Además me desconecta del mundo real (cuasi real) por lo que ahora sintonizo una estación de radio retro para escuchar las noticias.
Y nada, apenas entendí el escandalito ese de la pastilla abortiva bla, bla. Aborto, a favor o en contra. Cada quién elige su postura, y DEBE haber libertad para elegir la propia. Pero lo que me encabrita es esa actitud arrogante y alambicada de creer tener el poder de mandar a alguien a los infiernos: Oye, tú, sí, tuuuuuuuuu, estás excomulgado, ¡pal infierno pecador! (Pues qué chingaos, ¿no me van a dar pasaporte pal cielo, código secreto, contraseña o qué?)
Para dejar de preocuparme al respecto, que tanta incertidumbre altera, mejor mandaré una carta pidiendo mi excomunión: dearest Pope...
Y vivieron felices para siempre. Ok, me voy a darle al asunto del aerógrafo (que igual ha de servir para decorarles el seso a dos que tres habitantes de este país pintoresco).

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