lunes, octubre 11, 2004

No sé si yo le robo horas a la noche o es la noche la que me roba horas de sueño... pero ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón (aunque la noche vivirá más de 100 años y yo no). Las que sí vivieron más "y estuvieron tristes cien años" son un par de piedras protagonistas de un cuento infantil: imaginaban qué había detras de una colina y esperaron a que alguien les dijese --en este caso: rompiese-- si tenían o no razón. Pasó por ahí una rata campirana (¿o era ratón?) y, al llegar a la cumbre de la susodicha colina, les dijo que sólo había más piedras... y así se quedaron tristes cien años.
A partir de ese cuento resulta estúpido utilizar la metáfora "corazón de piedra", se convierte en una metáfora muerta. Aunque muerta ya estaba, nada como la piedras para esculpir y guardar. Unos dirán que es mejor el papel, el papiro, el pergamino o la superficie de un CD (perdón, la capa de enmedio)... pero no: basta el fuego, el agua y un doblez para destruir cualquier información. La piedra no es eterna pero se toman con paciencia el deterioro natural. Entonces un corazón de piedra es más duradero, aunque quieto; no es atacado por el colesterol, aunque puede llorar una centuria.
Creo que mejor nos quedamos con el órgano original y dejamos de robarle horas a la noche. Iré a preguntarle a la almohada cómo se le hace para consolar a las piedras aquellas.

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