lunes, octubre 25, 2004

Supongo que ayer que limpié la casa por descuido me aspiré, y ahí debo de estar, en la bolsa desechable de la aspiradora, entre pelusitas de todos colores, trozos de pan durísimos y algún brazo o cabeza de muñeco de Lego. Y seguro no puedo respirar bien, porque tanto polvo no es bueno para el pulmón. Por ello será que me duele el esternón. La espalda no me duele por el polvo sino porque allá, en la bolsa de la aspiradora, el espacio es reducido. Ojalá regrese pronto porque si "no me hallo" el inicio de semana, y la semana por supuesto, resultará caótica.
Ojalá. Porque imagino que la barriga de la aspiradora es un lugar mullido, polvoso y sucio, pero mullido. Y se me ha de antojar quedarme dentro para oír las historias del polvo, las aventuras de una uña, las lamentaciones de los vestigios de tabaco y las mentadas de una canica perrísima que no quiere estar ahí. Enfin, voy a llamarme por el tubo, gritaré fuerte, a ver si sí estoy ahí y regreso de una buena vez.

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