miércoles, mayo 11, 2005

Estas últimas noches he regresado a aquél horario de "guampiro come betabel". Ocurrió que decidí abandonar los insomnios seguidos de horarios fragmentados en los que sólo dormitaba. Parecía más sano. Mas de salud, nada. El cuerpo descansa pero el espíritu anda como apretujado en algún cajón imaginario. Y es que la cotidianidad no deja espacio. Será que con la edad uno pierde ritmo o, como ya dijo Roderico, uno se pone huevón. Y ya me estoy hartando de tantos "huevos", así que a hacerlos fritos o revueltos o bien ahogados en salsa de pasilla.
Los días se han vuelto escandalosos: gente, teléfonos, quehaceres... y ciertas actividades sólo son posibles en silencio: en ese silencio relativo que trae la noche.
Tal es el silencio a esta hora que escucho el eco del teclado. Bendición. Hasta las tortugas están dormidas y, aunque sueñen, no raspan con las uñas la gravilla de su pecera.
En cambio uno logra encontrar ciertas cosas y las arroja para que floten en este lugar:

Insomnio
Yannís Rítzos

Esta inacabable repetición del mismo texto
    indescifrable:
en la parte superior de la página el corroído agujero del
   clavo,
en la parte inferior dos gotas de negra sangre.
Las dos --dijo-- las dos,
lo doble, el doble sentido, el doble significado.
Estoy cansado de las puertas cerradas o abiertas
de los muertos o de las mujeres.
Leftéris se fue apresuradamente antes de que empezara a
   llover.
Después regresó con la frazada empapada de lluvia
y la gorra del ejecutado.

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