A partir de hoy todo me valdrá sorbete. Ya no me importará si un claxón suena a medianoche, o si nos freímos todos en la polvosa primavera chilanga. Nada ha de importar: ni las cuentas, ni las deudas, ni los asuntos a medias, ni la carcasa de una musa, ni el deber ser que asoma por la coladera. Ni siquiera me lamentaré por la balanza imaginaria que algún dios corrupto usa de columpio. A partir de hoy todo es nada.
Hoy he decidido comer, jambar, devorar sin vergüenza. Hoy he decidido convertirme en un rosado y colosal jamón. Seré inmenso pero de buen sabor. Y no saldré de mi incubadora hasta que mi masa condimentada opaque al sol: entonces rodaré colina abajo aplastando todo a mi paso, impregnando gente, perros, autos, aceras, postes y fachadas con mi salmuera.
Y el mundo gritará: ¡Mira, allá va, rodando, un rosado y colosal jamón!
Y el mundo que son ellos, esos, estos, aquellos, ustedes y yo estaremos complacidos.
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