viernes, octubre 31, 2003

Ayer tuvimos cena-despedida-rencuentro; todos adormilados por ser jueves y después de una mudanza sorpresiva. A mi partner, Raúl, el pasado lo saluda: rencontró a un amigo hondureño después de 10 años, y el que es su amigo-hermano, el negro, amadisímo diseñador, parte a lejanas tierras. Los últimos vestigios de su pasado deambulan en los corredores de la casa, guardaditos en cajas. El negro poseía ese último territorio (lo guardaba en sus clósets). Aparecieron los libreros que necesitábamos para sacar libros de sus cajas-féretro; una mesa larguísima que vendrá aquí, donde las compus. Aunque la transformación tendrá que esperar una semana: este fin es pa los muertos.
El negro nos dejó algo pa recordarlo: su sirena y el angelito negro. Y su esposa (niña de luz y de azúcar) me dejó su Catrina de barro hermosamente frágil.
Un viaje postergado llegó. Habrá que acostumbrarse a sus ausencias y a ver un trocito de ellos revoloteando por aquí. Suerte.

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