lunes, octubre 27, 2003

Sólo venimos a dormir,
sólo venimos a soñar,
no es verdad, no es verdad
que venimos a vivir en la tierra.
(cantar azteca)


El cambio de horario es ley; puede uno bañarse sin ser presa de los osos polares. La mañana es más rendidora: da tiempo de machucarse un nervio y andar como robotín por la casa, tomarse unas pastas pa desentiesarse, descubrir que el que escaneó las imágenes para el libro les puso candado (bravo, tipo, ahora tengo que re-escanear), que el número de un fax no jala, y que los grillos-comida-de-geco se ponen muy festivos.
De esta máquina no me despegan, debo ganar tiempo para mañana ir al mercado: flores y velas para la ofrenda. La pequeña ofrenda de esta colina se pone el 28, día de los que se fueron por muerte violenta. Pero eso será ma-ña-na.
Mientras seguiré engolosinada con las métaforas del libro; limpiaré las plumas fuente que dejé remojando el fin de semana (todas tapadas, yo y mi adicción por la tinta de colores); jugaré con unos cuadros de Magritte y seguramente terminaré arrullada con la corrección de estilo; y huesos toda la semana.

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