viernes, octubre 03, 2003

Le decía ayer a Rax que esta semana no fue la mejor para releer los cantos del amiguito Maldoror; exaspera los sentidos. Imagino que todo repta por ahí.
En las páginas accedemos a horrores ficticios (retratos de lo observado); pero en el mundo real (sí, que es real) chocamos contra otros horrores.
En la salida de la escuela del hijo suelen reunirse una variedad de mujeres (mamis de niños); ayer me topé con una que bien podría cohabitar en el bestiario de Lautréamont. La entidad hablaba, con gran bullicio, sobre su próximo viaje a Colombia: allá, donde otras amigas fueron operadas; decidía sobre un 36 B o 36 A. Podría decir que casi se convulsiona de la emoción; agitaba sus mechas güeras (esos tintes platinos son geniales); gesticulaba acentuando esos pliegues que se forman en las capas densas de maquillaje. Al final exclamó: Es EL sueño de toda mi vida, tener las bubis más grandes. Ante tal aberración supongo que el viento Maldoriano rugió, empecé a buscar una luna, un perro o al maldito pelo de Dios en la acera de enfrente: aghh, estoy dentro del libro.
No tengo nada en contra de la belleza, al contrario; como diría mi amigo el árbol: la belleza se agradece. Sólo que la susodicha entidad jamás será hermosa, su rostro esconde otras operaciones y esa voz de pitillo merma el artificio.
EL sueño de su vida se hará realidad, por ello, supongo, las otras mujeres festejaban y se alegraban (aleluya, aleluya); además remató con un: si me da tiempo, aprovecho y me opero la nariz. Tentada a disfrutar de dicha plenitud estuve a punto de sugerirle que pidiera al cirujano un injerto en el cerebro, callé porque no estoy segura si ya circulan en el mercado neuronas de silicona. Lo que Natura no da...
Hoy dejaré los Cantos, me centraré en los Bestiarios; eso me pasa por leer libros impíos. Y seguramente en un par de meses un 36 B aceche a la salida de la escuela. El horror... (En el espacio nadie escuchará tus gritos, Alien dixit).

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