lunes, febrero 07, 2005

El café (los cafés) mañaneros son vitales, sobretodo si una no logra despertar del todo hasta las 10 am. Creo que las primeras horas del día las sueño, y a ellas asigno los trabajos mecánicos --y milenarios-- en los que no hay riesgo de hacer tropelía alguna. Me gusta el café negro, solito; salvo el mañanero que exige leche y azúcar.
El de hoy no tuvo leche: en la alacena debe existir un hoyo negro que succionó a la vaquita Alpura. Resultado: ardor de estómago, mismo que trate de ahuyentar con un vaso de Boing! de tamarindo.
El Boing! no es jugo de frutas, es algo parecido a la típica agua de sabor que solía ser una costumbre en las mesas defeñas. Ahora lo consigue uno en los estantes del supermercado en presentación chica y grande, en tetrapacks.
Pero --érase una vez-- el Boing! de la infancia venía en un empaque triédrico acompañado de un popote delgadito que lograba el efecto de chisguete sobre la lengua. Nada más delicioso que un Boing! bien frío para la sed infantil (que es intensa). Y nada como terminar el líquido para inflar el empaque, con el mismo popote, y saltar sobre él: toda una bomba de confección casera. Aunque lo más llamativo de la dichosa bebida era descubrir al pato Donald bajo otro nombre: Pascual.
Algunos ya conocen la historia: el Pato Pascual fue subastado a la casa Disney (siglos y siglos atrás). Mas la etiqueta de la compañía conservó a su fantasma emplumado.
Otro misterio: ¿cómo sobrevive una Sociedad Cooperativa en estas épocas? Ni idea. Id, leed y recordad: Pascual Boing

pd: el mío padre me ha regalado el tarot de Dalí, luego traigo un arcano: ¿alguno en particular?
pd-bis: ¡dioses del charco! Los piscis van a la cabeza de la encuesta...

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