domingo, julio 10, 2005

A propósito de Pinocho

La primera imagen que poseo de unos títeres es la de un pueblo: estoy sobre los hombros de mi padre y con esta cíclope ventaja logro ver en el escenario a una familia: madre, padre e hijo. En algún momento entra en escena la muerte. Los títeres lloran. Luego un pequeño ataúd, negro con una cruz blanca, reposa sobre la pared falsa de la casa falsa. El recuerdo más claro es el del movimiento de esos títeres de madera, del como unen sus manecitas en señal de rezo.
Pude haber sido titiritero, como pude ser otras cosas. Cuando uno vive presa de tantas bajas pasiones puede ser cualquier cosa, pero las más de las veces termina siendo un collage caótico.
Los títeres siguen apareciendo, aunque con distintas historias. Ya releí Pinocho, que era un verdadero truhán; pero no tanto como este otro títere que habita en el mundo de los exlibris. Erótico, porno, picante o de mal gusto: a cada quién le toca ponerle el adjetivo que combine con su canon sexual. El tiempo pasa, y los títeres y sus escenarios cambian:



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1 comentario:

Anónimo dijo...

Hey! qué enigmáticos los títeres. Por otra parte, también me intriga esa imágen. ¿Podrías decirme de donde es?

Saludos!