lunes, agosto 15, 2005

...y más de uno compartirá, o ha compartido, esta sensación cansina de mirar el horizonte, de observar el rededor mientras sentimos que nos hemos detenido sobre un pantano cuya agua viscosa nos succiona lentamente, nos devora sin hincar colmillo alguno, deslizándonos con nuestro hartazgo, con esa tristesa familiar que todo lo invade. Y queda mirar hacia arriba, buscando quién sabe qué o a quién sabe quién, como si la verticalidad tuviera una respuesta o una señal --la señal que es el único asidero de la necedad--.
Ante la certeza del hundimiento hemos aprendido a burlarnos de nosotros mismos, a reír como los locos del teatro. Y encontramos el chascarrillo, o la imagen o el fragmento creativo que no es más que un payaso alcohólico que realiza sus trucos para que el auditorio escupa carcajadas mientras su hígado es un amasijo de células muertas.
Mi payaso personal desea dejar el horizonte y buscar en el vértice al santo alado que me rescate del lodo interior. Y como en esta imagen veré, iluminada, volar a san plátano y escucharé su voz que sólo los elegidos han de escuchar: muévete, imbécil, muévete...


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