Las frases iniciales pueden definir el tono del discurso a seguir. Tal vez por ello me quedo horas contemplando este cuarto ante el poder indiscutible de "la primera frase". Por ejemplo, he aquí tres frases iniciales para este "post":
a. Si nos adentramos en la poética del chocolate...
b. Mientras "pelo" Kisses sin recato alguno...
c. Mi trabajo es como un chocolate al sol...
Si elijo la a escribiría sobre la infinita tristeza que me provoca el que Gaston Bachelard esté muerto porque si bien nos regaló la poética de los cuatro elementos no nos regaló La Poética del Chocolate, o La Ensoñación del Hot Fudge. Y el aljibeño opinará que ya no debo tomar tanto café ni trabajar de noche, ni debo leer a Bachelard mientras escribo mi libro-encargo sobre el chocolate.
Si elijo la opción b podría seguir un tono erótico-decadente, desvestir Kisses y ponerlos a bailar sobre mi lengua, o sobre la lengua de otro; y cuando el aljibeño se sonroje romper el ritmo al decirles que el diseño de los lujuriosos besitos no es original de Hershey sino de una tal compañía Wilbur; o que el ricito de papel que los distingue asomó por primera vez 14 años después de haber triunfado en el mercado.
Por último, si me quedo con la c utilizaré palabras como derretido, grasoso, untable, escurrir, fundir, batir... Y contaré como me divierto, y me estreso y me pierdo con toda la información que he obtenido y cómo desearía que alguien viniera y trazara la cartografía de este libro a medias. Y aquí sacaría una ouija para invocar a un tal Whitman que fue quién inventó los mapas "chocolatiles" que ofrecen algunas cajas para orientar nuestra gula voraz siempre desierta.
O dejo la opciones para otro día y mejor me aplico en buscar la frase inicial del último capítulo de mi trabajo chocolatoso libro.
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