lunes, agosto 29, 2005

Que conste que muy temprano, por la mañana, me levanté decidida a exterminar estos pendientes para llegar a un fin de semana calmo y disfrutable y los hados no me dejan. He perdido parte de la mañana buscando mi agenda: no está. Y ahora, sin guía alguna, camino por sórdidos senderos de trámites telefónicos, de búsqueda de información no marcada, y la duda de si lo que hice sirve para lo que tenía que servir.
¡Pinche agenda, onde andas! Y pierdo más tiempo buscándola, como si los monitos impresos en su carátula fuera a resolver mis broncas, o como si ellos estuvieran listos para dictarme lo que tengo que escribir. A lo mejor sí, a lo mejor en la agenda están las palabras perdidas, o mi lóbulo temporal izquierdo, o el orden de este día.
Debe tener hambre --la agenda--, iré a triturar una galleta y a soltar migas por toda la casa, en una de esas la muy ingrata salta de su escondite para saciarse.
Voy a encontrarla, seguro es su ausencia la que no me deja concentrarme. Digo, a alguien o algo debo echarle la culpa ¿no?
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