martes, enero 13, 2004

Transcurrir, péndulo, minutero, horas, campanadas, ciclo, época, día, cronos, cronometrar, nunca jamás... y de tener más tiempo podríamos escribir sendos listados con todas aquellas palabras que se enredan, de una u otra forma, con la palabra Tiempo; se antoja ser divino y lograr dosificar un tiempo infinito; pero a nosotros toca la brevedad y tal vez de esa certeza, temor, hemos materializado al Tiempo como tema universal:
y ciertos bits logran ser arte (y no definamos qué diablos es esto, las discusiones bizantinas son para otros lares), alguien tomó L'horloge, el reloj de Baudelaire y creó algo coleccionable.
Lo visual rompe la barrera del idioma, pero resulta más grato si antes, o a la par, se lee una traducción:

El reloj
Charles Baudelaire


¡Reloj! deidad siniestra, espantosa, impasible,
de amenazante dedo que nos dice: ¡Recuerda!
Los dolores vibrantes en tu asustado pecho
se plantarán muy pronto lo mismo que en un blanco.

El placer vaporoso huirá hacia el horizonte
lo mismo que una sílfide por entre bastidores.
Cada instante devora un trozo de delicia
a cada hombre dada para toda su vida.

Tres mil seiscientas veces por hora, el Segundo
te susurra: !Recuerda! Rápido, con palabras
de insecto, Ahora te dice: Yo soy Antes, tu vida
yo te he ido absorbiendo con mi asquerosa trompa.

¡Acuérdate! Remember! Pródigo. Esto memor!
(Mi garganta metálica habla todas las lenguas.)
los minutos, juguete mortal, son como gangas
que no deben dejarse sin extraer su oro.

Acuérdate que el tiempo es un jugador ávido,
que, es la ley, gana siempre y no hace nunca trampas.
El día mengua; aumentan ya las sombras ¡Acuérdate!
La vida está sedienta; la clepsidra vacíase.

Pronto dará la hora en que el Azar divino,
en que la soberana Virtud, tu esposa aun virgen,
y el Arrepentimiento (¡oh, el albergue postrero!),
todo te diga: Muere, viejo cobarde. ¡Es tarde!

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