miércoles, abril 30, 2003

Honorable Ciudad de México, año 2003 de nuestro señor ¿cuál? (el que quieran). Hoy es Día del Niño, celebremos, y no me salgan con una bizantina discusión sobre si es o no producto del consumismo y demás parafernalias que me dan pereza mental. No. Hoy es día del niño y punto (dos puntos): sales, te subes al micro, bajas, caminas y por doquier los niños van disfrazados y más acelerados que de costumbre; la ¡Gloria!, van a la escuela pero no hay clases; los ves con sus caritas luminosas sintiéndose privilegiados, muy únicos, muy importantes; mmm, y el atascón de dulces, y el empacho nocturno. Total, los retortijones con té de manzanilla se aplacan.
Y aunque sea un déjà vu, todos somos niños, dentro, niño-cimiente. Así como las pirámides que eran construidas una sobre otra, sobre otra y otra, eso somos: años, meses y días que forran y ocultan a ese niño que sólo reconocemos en fotos.
Día del niño. A veces basta, y es necesario, ser simplemente festivo, comerse un chocolate y alejar las sombras.

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