Ray Troll
Ando tan patética
que hasta risa me doy.
(Depre, otoño 2003)
Publicado por Erika Mergruen en 2:11:00 a. m. 0 comentarios
Insomnio terrorista, quiere revertir mi horario de gallina sin corral; por todos lados se escuchan los pasitos de mis fantasmas; feo vicio el de empañar todos los recuerdos. Si cada uno fuera un abalorio suelto dormiría plácidamente; yo los engarzo, formo líneas, las ato; formo redes que me atrapan fácilmente.
Trece años son pocos, trece años son demasiados. Y hace trece años, durante una fracción de tiempo, todo tenía sentido. Ahora, lo busco en los más nimios detalles.
Semana para releer a Ducasse, y a otros compinches franceses; daré una clase conocida como conocida será la sensación de que no importa lo que diga: nadie dirá nada porque nadie habrá leído nada, y los versitos miles son prescindibles en los días de los otros.
Será que esos libros son escondite, cuevas con folios, empapeladas, llenas de tinta, nichos de voces muertas. Yo necesito esconderme, los otros no.
Publicado por Erika Mergruen en 2:08:00 a. m. 0 comentarios
En casa de la abuela había una enorme consola de madera con una tele incrustada; bocinas en las laterales, con un tejido amarillo, grueso y brillante y un pequeño nicho donde vivía un cenicero de plata en forma de concha. Si querías ver la tele se tenía que prender con anticipación, para que los bulbos se calentaran. Ahí se quedaba uno, sentadito, observando aquella pantalla negra con un pequeño punto iridiscente que tardaba minutos en estallar para dar paso a las imágenes en blanco y negro. Esa tele sólo me exasperó unos meses de mi infancia; luego llegó la de encendido rápido (aún en blanco y negro). La de colores llegó a mi casa un par de años después (todavía recuerdo la sensación de asombro al descubrir que ciertos programas tenían colores). Ahora, frente a este monitor, suelo olvidar que las resoluciones no siempre fueron de millones de colores.
Publicado por Erika Mergruen en 10:42:00 a. m. 0 comentarios
anuncio: tienen de aquí al 30 de septiembre para mandar su minificción al concurso de Fatal Espejo (Rax&Albert).
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Al fin me lavé el cabello; ni hablar, este pelo es otoñal. Hacia días que anunciaba su grácil caída invadiendo fundas de almohada, cuellos de camisa, acolchonando los cepillos; y el agua (más shampoo) corroboró el proceso. Y ahí estaba, atrapando mechones para no tapar la coladera (no imaginan, se regresa el guanerío a borbotones).
Lo peor es encontrar cabellos en la comida, y yo tengo ese karma; no importa si es mío (muy limpio, muy negro, muy largo), me muero del asco. Agh, cuando me toca regalo en un platillo hago mutis y lo quito sigilosamente; no hago escándalos (no es in, ja) y como con asco.
La única solución es cortármelo, ahorrarme el mundo empelado; o esperar a que deje de pelechar; o convertirme en una bola de billar (la 8 en la butaca izquierda).
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Pasó la gripe de verano, pero la de otoño se adelantó (y es peor, peor, peor). Estuve a punto de quedarme en casa, hablando con los muros y buscando en el polvo cualquier sentido. Fue mejor tomar café, oír el murmullo de una tropa de mujeres y ver cómo Ricardo, el tarot-master, hurtaba la miel de la barra (ok. no nos la llevamos). Me dormiré en la tarde, ensoñaré; leeré El día (tercera parte del librito que me dio Rax) aunque me asuste la fragilidad, aunque desee la posibilidad de un sentido, aunque tenga la certeza de que la historia se repite y los holocaustos existirán por siempre. A pesar de las letras, de la memoria; siempre seremos ínfimos, mezquinos. Nunca habrá voces suficientes para sostener la instantánea esperanza (y me gusta creer que eso da sentido a los días). Me voy a guardar mis dibujitos.
Las estrellas no eran sino chispas del gran fuego que nos devoraba. Si ese fuego se apagara un día, no habría ya nada en el cielo, sólo estrellas extinguidas, ojos muertos.
Elie Wiesel, "La noche. El alba. El día".
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Desde la frontera, (versos que trajo el cartero, un gracias colorido):
[...]
Un martes fue sólo carne, mordaza del miedo,
corazón en menoscabo que allende lágrima o sonrisa,
dejó envejecer su ilusión en brazos ajenos.
[...]
Mauricio Rodríguez
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Qué jodido. Aquello era domingo, y esto lunes, pero el reloj dijo que no era domingo, que ya era lunes, como pequeño augurio de que el malestar revolotearía toda la noche, infestando sueños, con su vocecita de insomnio y su amargura negra de regalíz. Tengo un effaceur d'encre que borra cada letra impertinente, cada vestigio, y dibuja con blancura la ausencia. Me borro, te borro, nos borramos.
LOS COLMILLOS SE CLAVAN EN ÉL, SANGRA LA INFINITA SOLEDAD, Y LO BAÑA Y LO BAUTIZA, Y LE CRECE UN ÁRBOL HUECO., elefante dixit
Publicado por Erika Mergruen en 10:59:00 a. m. 0 comentarios
El día se me ha ido en corregir frenéticamente un texto; el cliente se asombrará ante la rápida respuesta. La actividad sólo es un pretexto para ocultarme. Entre palabra y palabra me he dedicado a recoger mis fragmentos. Uno tiene la culpa, por ponerse a tiro; no importa conocer el camino andado, siempre tropiezas con la misma piedra (de ahí el geológico dicho). Cuando el personaje es secundario el suceso no pasa de ser una manchita en el vidrio; pero si tiene un papel principal, el ventanal se viene abajo: tanto estruendo duele. Enfin. Todo pasa.
Soy el emperador del otoño
el emperador de la nada
emperador del poema
que se agita como un abanico
sobre la nada
Leopoldo María Panero
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Publicado por Erika Mergruen en 2:18:00 p. m. 0 comentarios
Como un hombrecito de jengibre, podría jurar que andan por ahí, escalando las cajas de cereal; pero no, la imaginación es producto de la desvelada.
Antes de la reunión chez alberto me tomé una jarra de café con Luis; un ser luminoso, bueno como pan y con una fortaleza que a ratos se niega a ver; me enseñó una fotos de Santillana del Mar, extraño color de las piedra; en el inter Miguel Ángel (jijo poète) entró a saludarme --ese café es un vil aparador--; doble gusto. Ese par de amigos tienen color de cometa, se van, ruedan, hacen y deshacen y siempre regresan. A ambos los admiro de una u otra manera. Verlos a ambos fue curioso. Amo esas coincidencias.
En las aglomeraciones de gente se ve de todo un poco, la reunión fue una miscelánea: texturas en la ropa, colores en el pelo, tesituras distorsionadas, y ese zumbido que sube y baja ocultando conversaciones; el olor, tabaco. Conocí unos rostros que viven en bloguilandia, muy dulces. Y siempre los diálogos con rax son el eje.
Creo que he visto suficientes rostros, es hora de descansar y dejar lo sociable por un tiempo (aunque para algunos lo sociable nunca se me quita).
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Breve homenaje: Desde esta colina, hace muchos años, podía devisar parte del valle de esta monstruosa ciudad. Y digo parte porque todavía no encuentro un punto desde el cual pueda abarcarla todo con la mirada. Esta ciudad es huidiza, siempre escapa por el horizonte, más allá de él, como si no tuviera linde alguna.
1985. Y desde esta colina, hace muchos años, salíamos a sentarnos en la fuente para ver, lejísimos, los fuegos artificiales del 15 de septiembre. Aquel año no imaginábamos que unos días después veríamos fuegos nuevos. La tarde del 19 de septiembre el horizonte era una suma de estelas de polvo, humo y fogatas inmensas. Un cuadro que no se olvida.
No importaba su tamaño, la gran ciudad era frágil, finita. Están las historias, las anécdotas y los lugares a los que ya no podremos ir --y que tenían asignados recuerdos--; durante algún tiempo la gente tenía un halo de humanidad, una entrañable complicidad.
2003. Trato de buscar ese vestigio en los rostros que veo por las calles, sé que está en algún lado, escondido. Pero esos malditos rostros se niegan a resplandecer de nuevo. El olvido no puede ser bueno. La conciencia de nuestra fragilidad transforma el sentido de las cosas, materializa lo que no vemos. Somos necios. En la comodidad de nuestro olvido caminamos por las calles, aún frágiles, ciegos.
Publicado por Erika Mergruen en 8:37:00 a. m. 0 comentarios
En los últimos días la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (este, oeste, averno, a escoger) juega al hechizero. Escucho constantemente un plic-plac en el regulador de la máquina; a ratos la luz es tan intensa que mis focos de luz de día (azules) mueren de asombro; y ya tenemos una senda colección de apagones.
Ayer la penumbra nos visitó tres largas horas, leí el libro que me regaló Rax bajo la luz de un candelabro. Trato de colocar velas diversas en puntos estratégicos de la casa, para evitar chocar contra los muros o caminar lánguidamente --vela en mano-- cuidando que la llamita no se apague. Somos topos inversos, adictos a la luz eléctrica; aún cuando creemos estar en silencio siempre existe algún zumbido que nos acompaña (el refri, la cafetera, el plic-plac del regulador), la luz impide la contemplación y el autoconocimiento (no imagino un monasterio medieval con 100 watts de por medio); ni siquiera las hadas emularían a los insectos y danzarían alrededor de nuestras bombillas.
Algo oculta la luz eléctrica, creo, y será ese halo protector que necesitamos (siempre existente en las noches citadinas) que nos hace sentir inquietos cuando la Compañía de Luz y Fuerza apaga los interruptores tras la tormenta.
Publicado por Erika Mergruen en 9:37:00 a. m. 0 comentarios
Domingo fugitivo; así son los días de asueto; y aún más densos después del Pozole, unos tequilitas y nuestra fiesta sui generis por El Grito. Tengo sueño, ya me harté de lavar platos (aunque mi hermana-nirvana lavó algunos, es su extraño vicio), y medito sobre las lecturas sorpresivas de esta tarde (tengo un masaje pendiente, cool). No sé si quiero quedarme en el domingo furtivo o recordar que mañana es media semana.
Me pagaron la edición de un libro. Un suspiro. Y un par de amigos fueron ángel guardián (un privilegio).
Esta semana seguiré viendo rostros. Luego me guardo, los golems tocan a la puerta. ¡Viva, México!
Publicado por Erika Mergruen en 8:55:00 p. m. 0 comentarios
Cada vez que limpio ese librero me tropiezo con su lomo desgarrado; las pastas desprendidas y hojas vueltas jirones. Ya alguien me preguntó: ¿para qué lo guardas? ese libro es una ruina. Todavía no sé para qué lo conservo; aún lo leo De otro modo lo mismo, Bonifaz Nuño; falaz argumento: pude reemplazarlo, he tenido años y años para reemplazarlo. Ese libro fue un regalo y todavía conserva su amorosa dedicatoria, ese libro me hizo tomar una decisión (de las que llaman trascendentes); años después la misma persona que me lo regaló lo hizo pedazos frente a mí. ¿Tristeza? No. ¿Ira? No. Fue la certeza postergada.
Hoy sacudí nuevamente su maltrecho lomo. Algunos libros guardan historias paralelas (adjuntas a las impresas): cajas de papel, memoratas, pasajes, rostros. Mis libros son algo íntimo, una constante; nunca estandarte de intelectualillos, ni jueguito imbécil de "soy culto", patético y vano afán; ellos están ahí, contenido y objeto --a veces hermoso--. Son umbral.
Y acaso, espejos. Creo. Tal vez deba tirar el de Bonifaz (silenciarlo), y esperar que llegue de nuevo.
Deseé tanto ese libro. La historia se resume en un deseo troceado.
Publicado por Erika Mergruen en 12:20:00 a. m. 0 comentarios
Publicado por Erika Mergruen en 12:37:00 a. m. 0 comentarios
Fragmento encontrado en la segunda torre:
Tu regreso es la posibilidad fragmentada. Será que de las puertas sólo han quedado quicios de los días. Regresas, y los cuartos están dispuestos para contener tu voz. Serás sombra en cada objeto.
El deseo vehemente traza grietas en las paredes; guaridas de insectos nocturnos que chirrian. Brevedad. Jamás en la torre habitará el viajero: los caminos llaman y el horizonte es ladrón de sueños.
Quedan los latidos que zozobran en tu ausencia, el rostro tibio que nadie olvida y tu mirada-umbral del espejo.
Y has de partir nuevamente: los caminos llaman y sólo el miedo acompaña al viajero.
Publicado por Erika Mergruen en 12:16:00 a. m. 0 comentarios
Más gripe. Despedidas. Paracetamol. Los ojos de alguien. Por dormir la calentura ando de nocturna, aunque el fin de semana lo permite. Salimos a la ciudad por los últimos encargos de la hermana-arqui, me dediqué a observar puertas de garage; sí, a uno lo atrapan ciertas temáticas callejeras. Los tamaños varían, unas son simples, otras barrocas; está la madera, el metal, los terminados; casi ninguna posee manija.
Publicado por Erika Mergruen en 2:43:00 a. m. 0 comentarios
Casa llena pronta a vaciarse. Hoy la hermana parte a la antiquísima Marsala. Última cena (no confundir con otra), último desayuno (hasta el próximo verano). Retorna el ritmo habitual, la tristeza es inevitable (no es el ritmo, sino la ausencia. Como escribió el buen alberto:Estos son los días. Para la hermana-arqui, feliz viaje; y para Alberto, algunas velitas:
Publicado por Erika Mergruen en 1:17:00 a. m. 0 comentarios
Publicado por Erika Mergruen en 8:36:00 a. m. 0 comentarios
La gripe de agosto se mudó a septiembre. Una pastillita y listo. Juego con un personaje que atesoraba objetos, como un hámster que tuve hace años; era como urraca, robaba objetos inauditos y los guardaba en su nido. Tenemos algo de roedor --o de urraca--, todos atesoramos; objetos, anécdotas, recuerdos, versos. Tal vez porque esto permita rememorar o sentir que el camino recorrido ha valido la pena y le da sentido al que resta.
A veces atesoro imágenes (mentales); para ello fijo la mirada y "tomo la foto" (otras imágenes fueron tomadas sin mi permiso): sucesos, paisajes, cuadros, estampas, lo que sea que desee guardar en el album de mi neurona izquierda.
Hay imágenes tan antiguas que he dudado sobre su veracidad, o será que los años las convierten en fotos "truqueadas", como aquellas donde asomaban sendos fantasmas (y pensar que no tenían Photoshop).
Publicado por Erika Mergruen en 8:09:00 a. m. 0 comentarios
Tiempo muerto= esos cuartos de hora que no sirven para iniciar o terminar. No llegué antes porque el taxista tomó una extraña ruta; para cuando me di cuenta terminamos perdidos y con los minutos friéndose bajo el rayo del sol. Ni siquiera había puesto el taxímetro. No quise averiguar si lo hacía por imbécil o por mal-vibrado. Me bajé y caminé hasta la ruta conocida. El orden es tan precario, frágil. No hice lo que tenía que hacer (según mi agenda); veo incógnitas dibujadas en el techo; tengo sueño. Pero afuera todo es amarillo, y en el esternón hay cierta tibieza que sólo el aire puede provocar.
Publicado por Erika Mergruen en 1:56:00 p. m. 0 comentarios
La muerte toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.
Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa,
se pliega en las cortinas en que anida la sombra,
es dura en el espejo y tensa y congelada,
profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca.
[...]
Xavier Villaurrutia
Publicado por Erika Mergruen en 8:31:00 a. m. 0 comentarios
Casa llena. La hermana-arqui se va el viernes. Sus estancias siempre parecen más breves de lo que son.
Acabo de matar una araña. Una araña de jardín demasiado grande para dejarla andar por ahí; ella tuvo la culpa, parecer una tarántula con antenas ha de servir como defensa contra los enemigos; pero el temor no siempre resulta en huída, puede derivar en zapatazo.
Cerré los ojos cuando le di; no fue el asco sino la certeza de destruir algo.
La araña se hizo ovillo. Pude ignorarla y permitir que se escondiera aunque la imagen de araña-salta-desde-el-librero no me agrada del todo.
Extraño la voz de alguien, me duele la voz de alguien y la posibilidad de que su ausencia se haga ovillo y se quede en el piso blanco. No entiendo el por qué de ese apego (tal vez no hay que entenderlo).
Publicado por Erika Mergruen en 8:24:00 a. m. 0 comentarios
Publicado por Erika Mergruen en 8:37:00 a. m. 0 comentarios
Un fin de semana larguísimo (textual). Será que vi más rostros de lo acostumbrado, entre Metro, el Centro, las tiendas, los aparadores. Será que robamos la noche del sábado hasta amanecer domingo, un día de 24 horas hábiles. Será que ya es lunes y el fin es pasado que se alarga como una liga.
Ni hablar, tengo amigos con los que puedo estar mucho tiempo; puedo ser "al natural" (explosiones incluidas). Me agrada tener la libertad de decir: hey, no te quiero ver, tengo hambre, tengo frío, opino tal, creo tal... y no importa si el otro está de acuerdo o no, simplemente puedes expresarlo. Aunque coincidir en esencia es especial.
Y recibí otro regalo de cumpleaños, un tarot hermosísimo; me enojó un poco que Libia no se comprara el suyo por regalarme este. Ver las cartas ahora me provoca fascinación, no sé si ella lo sepa; a ratos no digo todo, supongo que todos intuyen lo que siento.
Publicado por Erika Mergruen en 8:32:00 a. m. 0 comentarios
Llueve de noche. Llueve de mañana. Lloverá todo el año, y el siguiente, y el que sigue a ese. El Valle se inundará inevitablemente; mi colina será un puerto; derribaré este edificio y construiré un faro. Los citadinos grises tendrán agallas, comerán lirios; los más grises serán los ahogados de los cuentos.
Invitaré a mis amigos a vivir en el faro, pasearemos en bote; a través de la superficie del mar-nuevo observaremos a sus habitantes nadar de aquí para allá. Las noches serán luminosas: mar de algas iridiscentes.
Un científico extranjero dirá que descubrió la Atlántida; la gente hablará de nuestra ciudad, maravillada.
Las ratas serán bagres, las cucarachas crustáceos juguetones; azul-cielo, cielo-estrellado.
Lloverá todo el año y todos los años subsecuentes. Y en esta historia el arca-guarida no ha de existir.
Publicado por Erika Mergruen en 8:40:00 a. m. 0 comentarios
Publicado por Erika Mergruen en 8:39:00 a. m. 0 comentarios
Dicen las abuelas que existen ciertos monstruos, de esencia insignificante, que dedican sus días a blasfemar, mentar palabras altisonantes y perturbar con su encono a las víctimas. Siempre atacan desde una ventana; no tienen nombre ni rostro; no imaginan, no sueñan. Quienes los han visto (son pocos) cuentan que dejan tras de sí una estela gris (como de humo) la cual se desvanece con un soplido indiferente; de ellos se desprende un tufillo de envidia. Así dicen las abuelas.
***
Noche de tormenta eléctrica, de esas que se incrustan en los sueños. Me voy a la calle, todo es humedad. No termino la revista, ni lo otro; me llegó otro trabajo curioso así que tendré rechazar un tercero. Voy a ver a rax
pa colorear el día.
Publicado por Erika Mergruen en 8:34:00 a. m. 0 comentarios
Publicado por Erika Mergruen en 8:25:00 a. m. 0 comentarios
Llovió y llovió. Noche humedísima y sin luz. Descubrí que mis dedos, las yemas, ven mejor que mis ojos: forré unos libros con luz de vela, soy más veloz en tinieblas. Los ojos distraen, les gusta tanto llenarse de formas, creo que todo el tiempo buscan (y nunca encuentran).
Tenía que ir a la editorial por unos ejemplares de mi libro, no he mandado un par, otro par que pidieron, y otros para la hermana-arqui. Ya hace tanto de ese libro: veo la portada (que nunca me gustó, ja) y parece de otra persona. Y es que todo posée esa tendencia al alejamiento: pareciera que todo se despide constantemente. Ahora estoy aferrada a unos versitos, los tengo desde hace mucho tiempo; es hora de dejarlos partir, sólo que siempre queda la certeza de que la tecitura no fue suficiente, y tampoco lo será la siguiente vez que llegue una nueva serie de poemas. Tristemente no basta el oficio, es como los cantantes: pueden ensayar, aprender, educarse la voz; pero tienes el don o no lo tienes. Ni modo, alimentar esta mediocridad es inevitable. Hoy concluyo, todo parte, es inevitable.
Publicado por Erika Mergruen en 8:23:00 a. m. 0 comentarios
[...]
Mi corazón tribunal, mi corazón mercado, mi corazón parquet de Bolsa, mi corazón mostrador de Banco,
mi corazón rendez-vous de toda la humanidad [...]
Pessoa
Publicado por Erika Mergruen en 11:31:00 a. m. 0 comentarios
Ayer fui al mercado ya citado, rapidamente, sin esa predisposición a la saudade; por la tarde me prendió ese bicho que se niega irse, pero que también se niega a mandarme a la cama para que esté autorizado no hacer nada y seguir con la lectura de Pequeño-Grande-Pequeño. Será que no puedo enfermarme con visitas en casa: mañana se van a Acapulco e imagino que regresarán unos días de la próxima semana antes de su partida.
Será que no me enfermo por andar de contenida, tengo pretexto para no terminar lo que empecé la semana pasada; dos pretextos, hoy formo la revista.
Otra vez me pospongo, mi cobardía es una vieja conocida.
Publicado por Erika Mergruen en 11:27:00 a. m. 0 comentarios
Publicado por Erika Mergruen en 8:30:00 a. m. 0 comentarios
Casa llena. Creo que estar lejos de mi almohada provoca al amo de las pesadillas. Tengo sueño pero ahora me quedo despierta, que me ha costado el asunto este de vivir de día. Además llegó la revista de otoño (me la pagaron por adelantado, cool) y mis golems esperan (mientras, los invitados duermen). La comida familiar fue un torbellino, como el del Mago de Oz: domingo-ciudad-esmeralda.
Tendré que barajear las horas del día para conversar con hermana-arqui y trabajar aquí. Soy adicta a la presión, nocivamente motivante (¿todo vicio es nocivo per se?); y a cambiar de colores: quiero un aparador para jugar con él.
Publicado por Erika Mergruen en 8:27:00 a. m. 0 comentarios