viernes, mayo 21, 2004

Creo que al fin terminan mis días de guampiro laboral. Ya entregamos lo entregable. Supongo que dormir a destiempo y convertir el horario y la cotidianidad en un caos provoca regresiones.
Como a pardero, me tocó una infancia ambientada con la música de Cri-cri. Ahora es una complicidad con amigos y conocidos de la misma generación. Todos tienen su canción favorita, la más alegre, la más triste, la que desconocían. Y algunos tenemos las obras completas ya digitalizadas (y los menos lo seguimos escuchando).

La música era impecable, y las letras guardaban la consigna del poema.


muñeca de Netty Lacroix


Sí, mi fetiche cricriesco (¿será así?) es La Muñeca Fea. Sin conocer la música la letra es coleccionable. Pero completa es entrañable e inolvidable. Las regresiones son, las más de las veces, azulísimas. (La liga tiene letra y tonadilla, cuestión de fusionarlas en el laberinto de la oreja):
Escondida por los rincones.
Temerosa de que alguien la vea.
Platicaba con los ratones
la pobre muñeca fea.

Un bracito ya se le rompió.
Su carita está llena de hollín.
Y al sentirse olvidada lloró
lagrimitas de aserrín.

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